Queridos amigos todos:
Les envío esta comunicación pidiéndoles por favor que, a su vez, la
hagan llegar a todos sus contactos, con la esperanza de que a través del efecto
multiplicador del correo electrónico, un gran número de compatriotas y de amigos
de Chile y los chilenos la conozcan.
Esta historia comienza el 11 de Septiembre de 1973 en la provincia
chilena de "Cautín", el lugar de Chile con mayor población indígena del país
(etnia "mapuche"; "mapu" es la tierra, "che", el ser humano).
El mismo día del
golpe de estado un hombre de 37 años de edad llamado Alfonso Podlech es nombrado Fiscal Militar para todo aquel territorio, llamado también "Araucanía".
En su calidad de tal se encargó de organizar, dirigir y llevar a cabo una atroz persecución contra quienes habían sustentado al recién derrocado gobierno del Presidente Salvador Allende.
Dicha persecución se ensañó especialmente contra los mapuche, a quienes la
dictadura consideró siempre como gentes de segunda categoría. Muchas personas
fueron encarceladas, secuestradas, torturadas, asesinadas. En la Araucanía hay
196 detenidos desaparecidos y ejecutados políticos. De ellos ahora (¡36 años
después!) tan sólo 14 casos están siendo investigados judicialmente, y de los
hechores directos nadie ha entrado en la cárcel.
Entre los asesinados había un cura obrero que durante los años del
gobierno popular colgó los hábitos para casarse con nuestra compañera Fresia
Cea. Este ex-sacerdote se llamaba Omar Venturelli y tenía la nacionalidad
italiana. Después de la muerte de su esposo, Fresia abandonó Chile y se fue a
Italia, donde vive hasta el día de hoy. Durante estos años de exilio denunció en
Italia a Alfonso Podlech como responsable del asesinato de su marido y consiguió
que la justicia italiana le pusiera en busca y captura, cursando el encargo
correspondiente a Interpol. En Agosto de 2008 Podlech tuvo la mala idea de salir
de Chile en plan de veraneo a tomar el sol en España. En Málaga le arrestó la
Guardia Civil y le trasladó a Italia donde fue puesto a la sombra en la cárcel
romana de Rebibbia, iniciándose la fase de sumario previa a su procesamiento.
Durante este período el preso ha solicitado repetidas veces la libertad bajo
fianza e incluso el cambio del encarcelamiento por arresto domiciliario, pero
felizmente ha fracasado ante las sucesivas instancias judiciales, que han
denegado su petición. En este momento le falta solamente la Corte Suprema
italiana. Conociendo a esa clase de gente como la conocemos, sabemos que si
Podlech saca un pie fuera del penal, se escapa - no faltaría entre sus iguales
quien le ayudase - y se nos va el santo al cielo.
Sabemos muy bien que el juicio que se le inicie en Roma es la UNICA
POSIBILIDAD de que Podlech reciba el castigo que merece, aún cuando se le
procesará solamente por el caso Venturelli - uno de los 196 muertos bajo sus
órdenes y por ende bajo su responsabilidad. En Chile no existe la menor chance
de que se haga ni tan sólo el amago de procesarle. Si este bellaco logra irse a
Chile, gozará allá de la misma impunidad que disfrutó Pinochet hasta su muerte.
Quienes hemos sabido de este proceso estamos muy agradecidos de la
justicia italiana y hacemos un llamado a todos los chilenos de la diáspora a
mantenerse atentos y vigilantes, para apoyar las acciones que nuestros
compañeros en Roma consideren necesarias.
En lo personal, he decidido dirigirme a todos ustedes para
informarles y pedirles que comenten esta noticia con sus amigos, que la dén a
conocer a la mayor cantidad de gente posible. Por lo pronto se trata de contarles que se ha logrado apresar a uno
de aquéllos que en su hora se creyeron dioses con licencia para matar, y que
ahora está en el sitio que le corresponde: encerrado, a la espera de juicio, en
la celda de una cárcel de Roma.
Esto, que se dice en un par de líneas, ha costado una enormidad.
Años de esfuerzo y de trabajo de mucha gente y los desvelos de su mujer, ahora
gravemente enferma, que siente al menos la satisfacción de haber podido dar los
primeros pasos para que se haga justicia a su marido asesinado.
A todos y cada uno de ustedes, un afectuoso abrazo.
Edgardo Salas Santana
Bielefeld, Febrero 14 de 2009
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