Noam Chomsky habla con Nermeen Al-Mufti sobre Gaza, el capitalismo y las responsabilidades del intelectual

Más allá de la disidencia


Nermeen Al-Mufti / Al Ahram Weekly
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Noam Chomsky: El ataque israelo-estadounidense contra Gaza fue un brutal y salvaje crimen de guerra. El término que he empleado, “israelo-estadounidense”, es exacto. Israel contó con las armas estadounidenses, violó el derecho estadounidense tanto como el internacional, y EEUU le proporcionó un apoyo diplomático e ideológico vital. El apoyo diplomático incluyó el bloqueo de los esfuerzos de Naciones Unidas para poner fin a la agresión. El apoyo ideológico implicó una cantidad abrumadora de votos en el Congreso en apoyo de esa agresión, produciéndose un acuerdo casi universal ante la idea de que estaba justificada aunque pudiera ser desproporcionada.

De hecho, el ataque carecía absolutamente de justificación alguna. La forma de plantear la cuestión –por parte del Presidente Obama, con prácticamente todos los demás siguiendo sus huellas- fue que Israel tenía derecho a defenderse frente a los ataques de Hamas. Pero no se trataba en absoluto de eso.

La cuestión es si Israel tenía derecho a defenderse por la fuerza contra los cohetes. Hay un acuerdo universal de que sólo puede utilizarse la fuerza si se han agotado antes todos los medios pacíficos. Nadie cree que los nazis tenían derecho a utilizar la fuerza para defenderse contra el terrorismo de los partisanos.

En el caso que nos ocupa, no hubo intento alguno de utilizar medios pacíficos. Una opción limitada hubiera sido que Israel aceptara un alto el fuego, pero eso es algo que jamás ha hecho. Por coger sólo el caso más reciente, en junio de 2008 se declaró un alto el fuego. Israel no se adhirió a él: porque todo el tiempo estuvo manteniendo un durísimo bloqueo, que es en sí mismo un acto de guerra, impidiendo incluso que la agencia de Naciones Unidas encargada de la misión humanitaria, la UNRWA, pudiera siquiera volver a llenar sus almacenes: “Así pues, cuando el alto el fuego acabó, no teníamos ningún alimento para las 750.000 personas que dependían de nosotros”, declaró el Director de la UNRWA, John Ging. Sin embargo, Hamas observó escrupulosamente el alto el fuego. El portavoz del gobierno israelí, Mark Regev, concedió que Hamas no había disparado un solo cohete hasta después de que Israel invadiera la Franja de Gaza el 4 de noviembre, bajo la tapadera de las elecciones estadounidenses, y matara a seis palestinos. Israel estuvo rechazando otras propuestas de alto el fuego por parte de Hamas prácticamente hasta el día del ataque.

A un nivel más amplio, Israel podría haber cesado con sus criminales actividades en la otra parte de Palestina, en Cisjordania. Hasta que lo haga, no puede poner objeción alguna a la resistencia. Dentro de Cisjordania, la resistencia es imposible. En realidad, las fuerzas militares palestinas que EEUU dirige pudieron suprimir hasta las expresiones de apoyo a los palestinos que estaban siendo masacrados en Gaza y, por ese logro, fueron muy alabados por los principales liberales demócratas cercanos a la administración Obama, como el Senador John Ferry, presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado.

Prácticamente todo lo que Israel hace en los territorios oc upados es criminal y el gobierno israelí lo sabe. Inmediatamente después de la guerra de 1967, se informó a las más altas autoridades de Israel que debían aplicar las Convenciones de Ginebra a los territorios ocupados, por lo que cualquier transferencia de población es ilegal allí. El Ministro de Defensa Moshe Dayan concedió que los asentamientos violaban el derecho internacional pero añadió que “no hay nada nuevo en eso, por tanto continuaremos con ellos”. El Consejo de Seguridad ha condenado repetidas veces esas acciones, incluidas las que se están perpetrando ahora en Jerusalén. En 2004, la Corte Penal Mundial reafirmó la aplicación de las Convenciones de Ginebra. El Departamento de Justicia de EEUU manifestó su acuerdo en una declaración separada. La criminalidad se extiende a la mayor parte de lo que Israel hace en los territorios ocupados, siempre con la firma del apoyo ideológico, económico, diplomático y militar estadounidense.

Resumiendo , Israel tuvo amplias oportunidades para emplear medios pacíficos, de forma que no había justificación alguna al ataque israelo-estadounidense.

Y en cuanto a lo que debería hacerse, está muy claro. Durante 35 años ha habido un amplio consenso internacional respecto a un acuerdo político: un acuerdo para establecer dos estados en las fronteras internacionalmente reconocidas, quizá con “mutuas modificaciones de índole menor”, en palabras de la política oficial estadounidense previa a 1971, antes de que EEUU rompiera en esta cuestión con la opinión mundial. Desde esa época, EEUU ha venido bloqueando el consenso y aún sigue haciéndolo, incluido Barack Obama. Sólo hubo una excepción en esa postura negativa. Después de que se rompieran las negociaciones de Camp David en el año 2000, el Presidente Clinton reconoció que ningún palestino podría aceptar los términos israelo-estadounidenses, y propuso sus propios “parámetros”: un tanto imprecisos pero más posibilistas. Entonces afirmó que ambas partes habían aceptado los parámetros y que ambas habían expresado reservas. Las dos partes se reunieron en Taba, Egipto, en enero de 2001, y estuvieron muy cerca de llegar a un acuerdo. En su conferencia de prensa final, dijeron que con un poco más de tiempo podrían haber resuelto todas las cuestiones. El entonces Primer Ministro israelí Ehub Barak suspendió prematuramente las negociaciones, que nunca volvieron a convocarse. Mucho han cambiado las cosas desde 2001 pero lo esencial sigue invariable: si algún presidente estadounidense estuviera dispuesto a aceptar un acuerdo diplomático, éste podría conseguirse. El consenso internacional no es en modo alguno perfecto, pero supondría una gran mejora ante la actual situación y podría conformar una etapa hacia algo mejor, tanto para judíos como para palestinos.

Nermeen Al-Mufti: En una reciente entrevista publicada en Znet , Vd. hizo un comentario extraordinario sobre la actual crisis financiera y el capitalismo, exponiendo que el “capitalismo no puede acabarse porque nunca comenzó”. ¿Por qué el neo-liberalismo ha acabado, especialmente en EEUU y en algunos países de la UE, con la intervención estatal en la economía? ¿Y a qué riesgos se enfrentan actualmente países en desarrollo como Turquía?

Noam Chomsky : En primer lugar, hay que desmantelar esas ilusiones acerca de la intervención estatal en la economía. En EEUU, al igual que en otras economías avanzadas, la economía se apoyó muy firmemente en el dinámico sector estatal para la innovación, desarrollo, compras del sector público, rescates financieros y muchos otros métodos. Coja lo que ahora estamos utilizando tanto: los ordenadores e Internet. Durante décadas, han ido desarrollándose en gran medida en el sector estatal antes de convertirse en una fuente de beneficio privado en el mercado. Esa no es una excepción, es la norma.

La novedad en la actual crisis es la escala de la intervención estatal, especialmente a la hora de subvencionar las instituciones financieras, aunque tal intervención también ha sido habitual en el pasado. Un principio básico de lo que se llama capitalismo es que el pueblo paga los costes y asume los riesgos mientras se privatiza el beneficio.

Es verdad que se han venido abajo los cimientos intelectuales superficiales de la era neo-liberal, en especial, la hipótesis del mítico mercado eficiente, la creencia en que algunos mercados milagrosos resolverán los problemas que puedan surgir. Desde luego, los ricos nunca se han aplicado ese principio a ellos mismos. Se ungió a Ronald Reagan como el gran sacerdote del libre mercado. En el mundo real, y hasta ahora, fue el presidente más proteccionista de la historia de la post-guerra estadounidense, invitando al Pentágono a instruir a la administración estadounidense en técnicas avanzadas de producción al estilo japonés, mientras que por otras vías actuaba para asegurar la riqueza y poder del sector privado. Obama está haciendo lo mismo. Simon Johnson, ex economista jefe del FMI tiene mucha razón cuando critica a la administración Obama por seguir los dictados de Wall Street , actuando para asegurar que las instituciones que crearon la crisis permanezcan intactas. Entre los principales asesores de Obama se incluyen aquellos que comparten la responsabilidad más grave por la crisis, como la prensa de los negocios y otros han observado. Las voces más independientes, entre las que se encuentra el laureado Nóbel en economía, han sido excluidas.

Aunque la crisis estalló en EEUU se convirtió rápidamente en global. EEUU no va a salir indemne, pero puede que lo haga relativamente fortalecido con respecto a sus principales competidores, la Unión Europea y Japón. China y la India son otra cuestión.

Nermeen Al-Mufti: ¿Qué piensa de la elección de Obama? ¿Cambiará radicalmente las políticas estadounidenses?

Noam Chomsky: Las únicas expectativas que yo tenía, basadas en los antecedentes y en la campaña de Obama, eran que sería un demócrata centrista típico que abandonaría las políticas más extremas de Bush e intentaría remediar los serios daños que Bush causó a la posición estadounidense en el mundo, en parte mediante un cambio en la retórica, en parte por algunos pequeños gestos. Ese es un buen resumen de lo que ha ocurrido hasta ahora.

Nermeen Al-Mufti: Hace unas cuantas semanas, se unió a esos intelectuales que criticaron el informe de Human Rights Watch sobre Venezuela, diciendo que “ni siquiera reúne los más mínimos niveles de conocimientos, imparcialidad, exactitud o credibilidad”. ¿Cómo ve el futuro de los derechos humanos?

Noam Chomsky: Los autores del informe eran importantes expertos latinoamericanos. Me sentí de acuerdo con sus ideas centrales y por eso lo firmé. Desde entonces se ha producido un fuerte debate online entre HRW y los autores. Creo que las críticas fundamentales son apropiadas. Las organizaciones de derechos humanos han jugado por lo general un papel muy beneficioso: pongamos, por ejemplo, el caso de Turquía, donde el representante de HRW , Jonathan Sugden, desarrolló un trabajo extremamente importante y honorable que pude apreciar sobre el terreno (después fue expulsado). Pero hay ocasiones en que se dejan influir mucho por las presiones que vienen de los patrocinadores y de las grandes potencias, especialmente de EEUU.

No veo qué cuestión puede uno plantear como concepto en relación a los derechos humanos: luchar por la realización de los derechos humanos debería estar entre nuestros objetivos más importantes.

Nermeen Al-Mufti: Vd. es un filósofo importante, bien conocido, por un lado, como padre de la lingüística moderna y, por otro, como personalidad pública y política célebre por sus puntos de vista sobre la política mundial. ¿Qué piensa acerca de las responsabilidades de los intelectuales? ¿Basta con ser disidente?

Noam Chomsky: El término intelectual se usa generalmente para referirse a una gente con privilegios y con acceso a recursos que le posibilitan hacer comentarios sobre asuntos humanos. No se correlaciona necesariamente con la perspicacia o el entendimiento. En general, el privilegio confiere responsabilidad; en particular, responsabilidad para buscar la verdad y para encontrar estándares éticos. La historia revela que, en su conjunto, los intelectuales han sido siervos del poder, violando radicalmente esas responsabilidades. Siempre hay mentes independientes que se enfrentan a los crímenes de los poderosos y tratan de ayudar a las víctimas. Normalmente acaban siempre castigados, de una manera u otra, dependiendo de la naturaleza de la sociedad. La pauta se remonta a los archivos históricos más tempranos y persiste con raras excepciones, como se puede fácilmente demostrar. La Turquía contemporánea es una de las excepciones más llamativas. En Turquía, importantes escritores, artistas, periodistas, académicos, editores y otros han adoptado una inusualmente fuerte y valiente postura contra los crímenes de estado y en apoyo de las víctimas y muchos de ellos han sufrido en gran medida por su honestidad. Y han llegado muy lejos con su disidencia: se han implicado en valientes y honorables desobediencias civiles. Para mí fue un gran privilegio poder tomar parte brevemente en algunas de sus actividades. Pero este caso es raro. No voy a revisar mis actividades personales en EEUU y en algún sitio más en los últimos 40 años, pero ellos han llegado muy lejos en su disidencia. Mucho más importante es el hecho de que eso mismo ocurre, y con mucha mayor frecuencia, con gentes que permanecen en el anonimato pero que se merecen todo el reconocimiento por los progresos conseguidos en aras de la paz y la justicia con el transcurrir de los años.

Nermeen Al-Mufti: Vd. ha defendido que la aceptación del statu quo es un producto de los medios. ¿Cómo concilia sus críticas a los medios con su presencia en ellos?

Noam Chomsky: El papel de los medios en la creación de consentimiento está muy bien documentado. A propósito, la frase no es mía. Está tomada de los ensayos sobre democracia de Walter Lippmann, el principal intelectual público estadounidense del siglo XX, un progresista de la época de Wilson-Roosevelt. Lippmann describía la “fabricación del consentimiento” como una innovación en el “arte de la democracia”. Recomendaba esos métodos. Deberían utilizarse, escribió, para controlar a los “entrometidos e ignorantes de fuera” –la población en general- cuya “función” en una democracia es ser “espectadores”, no “participantes” en la toma de decisiones y en su puesta en práctica. Ese es un tema habitual entre los intelectuales de elite de sistemas socio-políticos muy cambiantes.

Como otros disidentes, no tengo prácticamente acceso a los medios dominantes ni en EEUU ni en Occidente, hablando en general.

Enlace con texto original:

http://weekly.ahram.org.eg/2009/949/re8.htm