El último libro de Salim Lamrani
La infamia de los buenos
Santiago Alba Rico
publicado en Rebelión.org
“Doble moral. Cuba, la Unión Europea y los derechos humanos”, de Salim Lamrani, Editorial Hiru, Hondarribia 2008.
Lo que no le perdonamos a la Cuba revolucionaria es que ha sido atacada ferozmente desde el principio; lo que le reprochamos es que ha tenido y tiene que defenderse sin descanso. Desde 1959, en efecto, Cuba se ha defendido de invasiones, bloqueos, atentados terroristas e injerencias desestabilizadoras; y se ha defendido también de una propaganda musculosa, tan agresiva como insistente, cuya potencia gritona ilumina sin margen de duda la gran ignominia de la pequeña isla. Un país tan atacado tiene por fuerza que ser malo; un país tan defendido sólo puede ser indefendible. De un país tan atacado y tan defendido ya ni siquiera podemos saber por qué se le ataca ni qué es lo que defiende.
Podemos juzgar, en todo caso, la ilegitimidad de esta defensa por la legitimidad de la ofensiva. Podemos juzgar la bajeza de los defensores por la grandeza de los atacantes. ¿Quién ataca a Cuba? Gobiernos muy poderosos que hablan en nombre de la democracia y los derechos humanos; gobiernos muy poderosos que hablan en nombre de la democracia y los derechos humanos e invaden o apoyan la invasión de naciones soberanas; gobiernos que hablan en nombre de la democracia y los derechos humanos y acortan -o cortan- vidas para salvar bancos y empresas de petroleo; gobiernos que hablan en nombre de la democracia y los derechos humanos y deciden o consienten los secuestros de la CIA, los campos de tortura, las cárceles secretas, el control de los teléfonos y las comunicaciones, la suspensión del habeas corpus , el racismo exterminador de las leyes migratorias y un buen puñado de dictaduras colaboracionistas; gobiernos muy poderosos que hablan públicamente de democracia y derechos humanos y zancadillean públicamente la democracia y los derechos humanos, y que hacen una cosa y la otra no porque sean hipócritas o taimados, no, sino porque saben que tan útil es violarlos como invocarlos. ¿Por qué pueden hablar públicamente de democracia y derechos humanos? Precisamente porque pueden zancadillearlos y violarlos públicamente sin demasiada oposición. ¿Por qué creemos en lo que dicen y no en lo que hacen? Porque sus medios para hacerse oír son tan poderosos como sus medios para atropellar, matar y destruir. Cuba no podrá tener nunca razón frente a una irracionalidad tan irresistible; Cuba no podrá ser nunca buena frente a una injusticia tan criminal.
Salim Lamrani, profesor y periodista especializado en Cuba, colaborador habitual de Rebelión, ha entendido muy bien que parte de la estrategia de derribo de la revolución cubana pasa por obligarla a defenderse ininterrumpidamente, de manera que todos sus principios suenen retóricos, sus verdades huecas, sus cifras hinchadas, sus logros dudosos. Frente a esta autolegitimación del atacante -basada en su propia capacidad para atacar-, a cuya luz queda deslegitimada toda defensa, se trata menos de insistir en la legitimidad de la revolución que de cuestionar radicalmente la legitimidad de sus detractores. Eso es lo que hace Salim Lamrani en “Doble moral. Cuba, la Unión Europea y los derechos humanos”. Con eficacísima calma, sin retórica, acudiendo siempre a informes oficiales fuera de toda sospecha, se atreve a plantar cara a los gobiernos europeos más beligerantes contra Cuba en su propio terreno, allí donde se creen más inatacables o desde donde pretenden impartir doctrina al resto del mundo. Abordando la cuestión más difícil, la más sensible y también la más manipulada, el breve y contundente libro de Lamrani acumula tantas acusaciones contra la UE (y contra, claro, los EEUU) que a los ojos del lector se impone naturalmente todo aquello que la propaganda nos escamotea mediante artificios y violencias simbólicas; es decir, las verdaderas razones de la ofensiva anticubana e, inseparable de éstas, la superioridad positiva y manifiesta de Cuba -y no sólo por comparación- en la defensa de los derechos humanos.
Pero las comparaciones son, sí, edificantes y no quiero resistirme a citar un pasaje del libro de Lamrani que, precisamente bajo ese título (“una comparación edificante”), expresa muy bien tanto la ilegitimidad moral y democrática de la UE como el talento del autor para ordenar las verdades de manera que puedan verse. Para una reseña, la cita es larga; para un sumario judicial, es demasiado corta:
“ Al contrario de lo que ocurre en los países de la Unión Europea, Amnistía internacional no ha mencionado en Cuba:
• Ni un solo caso de asesinato político como en el Reino Unido.
• Ni un solo caso de tortura o trato inhumano como en Bélgica, Chipre, Estonia, Francia, Grecia, Italia, Letonia, Malta, República Checa y el Reino Unido.
• Ni un solo caso de uso de pruebas conseguidas bajo tortura como en Alemania y Chipre.
• Ni un solo caso de desaparición como en Estonia.
• Ni un solo caso de violación del derecho a la vida como en Suecia.
• Ni un solo caso de secuestros de personas por las autoridades como en Italia.
• Ni un solo caso de impunidad tras un crimen cometido por agentes del Estado como en Austria, España, Francia, Grecia, Irlanda, Italia, Portugal, República Checa y el Reino Unido.
• Ni un solo caso de tráfico de seres humanos como en Grecia y Lituania.
• Ni un solo caso de violencia contra los menores por parte de agentes del Estado como en España, Estonia, República Checa y Eslovaquia.
• Ni un solo caso de violencia sistemática contra las mujeres como en la mayoría de los países europeos.
• Ni un solo caso de violencia contra las minorías como en Alemania, Estonia, Francia, Grecia, República Checa, Reino Unido y Eslovaquia.
• Ni un solo caso de racismo o discriminación como en la mayoría de los países europeos.
• Ni un solo caso de niños privados de acceso a la educación a causa de su origen étnico como en Grecia, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Letonia y Eslovenia.
• Ni un solo caso de niños internados a causa de su origen étnico como en la República Checa y Eslovaquia.
• Ni un solo caso de esterilización forzada de mujeres procedentes de minorías como en la República Checa y Eslovaquia.
• Ni un solo caso de ciudadanos que perdieron su nacionalidad como en Grecia y Eslovenia.
• Ni un solo caso de uso de camas-jaulas para encerrar a los enfermos mentales como en la República Checa.
• Ni un solo caso de represión de manifestantes como en Chipre y Malta.
• Ni un solo caso de familias expulsadas de sus viviendas como en Hungría.
• Ni un solo caso de violencia contra minusválidos como en la República Checa.
• Ni un solo caso de menores encarcelados como en España, Estonia e Irlanda.
• Ni un solo caso de enfermos mentales encarcelados como en Austria, Irlanda e Italia.
• Ni un solo caso de suicidios en prisión como en Italia.
• Ni un solo caso de automutilación en prisión como en Italia.
• Ni un solo caso de falta de atención médica como en Estonia, Italia y el Reino Unido.
• Ni un solo caso de violencia policial como en casi todos los países europeos.
• Ni un solo caso de despido abusivo como en Austria.
• Ni un solo caso de venta de armas a países que violan los derechos humanos como en Austria.
• Ni un solo caso de suspensión de las garantías constitucionales como en Francia.
• Ni un solo caso de incitación al odio racial y a la discriminación por las autoridades como en Hungría y Letonia.
• Ni un solo caso de expulsión de demandantes de asilo como en Alemania, Austria, Bélgica, Chipre, Francia y Grecia”.
Con muy buen sentido, Salim Lamrani blande contra la UE una fuente que ella misma reconoce y utiliza, pero sin duda el número de violaciones de los DDHH que se cometen en países europeos y no se cometen en Cuba aumentaría de forma notable si aceptásemos denuncias de organismos menos oficialmente “independientes”. España sin duda subiría muchos puestos en este ranking inicuo, incluso con sólo actualizar las de Amnistía Internacional: ayer mismo, en efecto, un informe de esta organización denunciaba la complicidad del gobierno español en el traslado de hasta 200 secuestrados a Guantánamo y la presencia de policías españoles en los interrogatorios a los prisioneros. A los defensores de los derechos humanos nos queda claro, en todo caso, no ya que la propaganda occidental contra Cuba carece de fundamento sino que literalmente invierte (con arreglo a una consciente e interesada proyección freudiana) el reparto de papeles: la verdad es que mientras el gobierno de la isla caribeña orienta toda su política hacia la protección de los derechos humanos, los gobiernos europeos (a remolque del de los EEUU) cada vez tienen menos empacho en demostrar que los tiempos -si se quiere proteger el capitalismo- no están para andarse con escrúpulos jurídicos ni remilgos humanistas. Para eso ha servido y sigue sirviendo también la propaganda contra Cuba; si ayuda a derribarla, bien; si no, al menos se logra camuflar un poco la infamia creciente de quienes la atacan. Después de leer el libro de Salim Lamrani, mucho más que las bobadas que se cuentan sobre Cuba, me preocupan las atrocidades que cometen los que las cuentan; y mucho más que la ingenuidad con que nos creemos las patrañas que nuestros periodistas y nuestros gobiernos nos cuentan sobre Cuba, me preocupa la ingenuidad con que nos tragamos lo que nos cuentan sobre sí mismos. Después de leer el libro de Salim Lamrani, me inquieta sobre todo el horror de todo lo que los anticubanos de la UE están haciéndonos a los europeos; y el silencio de los que lo soportamos sin una queja. Tambien sobre esto los cubanos tienen mucho que enseñarnos: porque al menos ellos se defienden.
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