Una mañana a fines de septiembre con Fidel: Primera parte
Saul Landau
Qué disciplina, pensé, para lograr la transición desde el torrente de adrenalina de más de cincuenta años de liderazgo bajo tensión, de combatiente guerrillero a jefe de un Estado revolucionario y luego a un cómodo retiro, leyendo, escribiendo artículos muy leídos y reuniéndose con los nietos
El conductor zigzagueó por el laberinto de caminos de dos vías al Oeste de La Habana. Dobló por un camino exuberante de flora tropical verde, una pequeña piscina y una modesta y bien atendida casa de cuatro habitaciones.
Muchachos entre ocho y veintitantos años (nietos) aguardaban al pequeño grupo de norteamericanos. Algunos adultos mayores, incluyendo a su hijo menor y a su esposa Dalia, también nos saludaron. Fidel, vestido en su ya ubicuo traje deportivo azul oscuro y una camisa azul claro de mangas cortas nos saludó con entusiasmo. Su pelo y barba canos son más ralos, pero aún son rasgos distintivos de su estatura de más de seis pies.
Después de abrazar a los visitantes y a mí, mostró la transcripción del último filme que hicimos (La revolución a ultranza, a fines de 1987, transmitida por la televisión pública en 1990). Susurró: “Hiciste muchas preguntas difíciles. Con el tiempo, veo que algunas de ellas eran muy apropiadas”.
Se veía cómodo y vigoroso a sus 83 años de edad, incluso después de recuperarse de cirugía abdominal y peritonitis. Describió las secuelas de la caída que sufrió en 2005, cuando tropezó al descender de una plataforma después de pronunciar un discurso. “Tuve múltiples fracturas en la rodilla”, señaló, y luego levantó su brazo a medio camino. “Y todavía no puedo subir más el brazo como resultado del golpe en el hombro cuando caí”.
Se encogió de hombros. “No vi ese último escalón de una escalera diseñada para que la gente se caiga. Pero, ¿qué se le va a hacer?”. Habló de su nueva vida, centrada en su interés por la lectura y por escribir. Nos mostró ordenadas pilas de libros, revistas y periódicos, y luego reveló que por alguna razón su vista había mejorado. “Lee esto”, me dijo, me alcanzó el diario Granma e indicó un artículo en letra pequeña. No pude. Él sí. ¿Ves? Ya no necesito lentes para leer”.
“Estoy inmerso en la lectura”, anunció, “y escribo también”. (Durante un año ha escrito uno o dos artículos a la semana en Granma.) Tomó un volumen de las ordenadas pilas de libros, periódicos y revistas. “He leído con mucho cuidado los libros de Obama”. Hojeó las páginas de Sueños de mi padre y mostró los pasajes subrayados y las notas al margen en casi todas las páginas.
“Un hombre que muestra gran inteligencia, con el don de la escritura, y evidentemente buenos valores”, dijo. “Pero es limitado en lo que puede hacer. Está atado por los intereses creados”. Imaginé a Gulliver pensando sus nobles pensamientos mientras los liliputienses encadenaban sus brazos y piernas.
“Yo fui un político”, dijo Fidel, el eufemismo del año. “Puedo ponerme en su lugar. Comprendo lo duro que es hacer cambios básicos”. Circularon las bandejas con jugo frío, una invitación bien recibida en una mañana calurosa y húmeda de mediados de septiembre. Fidel no necesitaba que lo alentaran para tratar el tema que evidentemente opaca todas sus otras preocupaciones, “la incompatibilidad de la sociedad de consumo y la cultura”. Subrayó la necesidad de “preservar los recursos naturales y la energía, que nuestra propia especie necesita para sobrevivir”. Miró a sus invitados norteamericanos y dijo: “Estados Unidos no puede ser el modelo de desarrollo económico”.
“Obama comprende esto e hizo algo muy valiente”, dijo, refiriéndose al compromiso de su Administración de “recuperar el tiempo perdido” en la búsqueda de un acuerdo global acerca del cambio climático en Copenhague en marzo. “Obama admitió que los países desarrollados habían contribuido en gran medida con la destrucción”. Fidel se refirió a los informes científicos que había leído acerca del aumento de la temperatura y su especial impacto en los países del Tercer Mundo, lo cuales, señaló, también contribuyen al patrón de calentamiento. Se refirió al horrible deshielo de los bancos helados de Groenlandia.
Sus palabras tenían la pasión que el mundo le ha escuchado durante medio siglo, enfocadas ahora en la supervivencia global.
Habló de la “urgente necesidad de unidad para enfrentar esta crisis, basándose en una cultura de comprensión del cambio climático, o atenernos a las consecuencias; aún si algunos de los cálculos científicos son exagerados, la humanidad se dirige a la tragedia. Sus palabras tenían un tono optimista cuando condenaba a “las sociedades basadas en el consumo y el derroche de los recursos”, incompatibles con el crecimiento real del desarrollo económico y un planeta saludable.
Mientras él hablaba, observe a su familia, algunos de los cuales escuchaban, y sentí el poder que aún irradiaba. Qué disciplina, pensé, para lograr la transición desde el torrente de adrenalina de más de cincuenta años de liderazgo bajo tensión, de combatiente guerrillero a jefe de un Estado revolucionario y luego a un cómodo retiro, leyendo, escribiendo artículos muy leídos y reuniéndose con los nietos.
Una mañana a fines de septiembre con Fidel (Segunda parte)
Fidel y Raúl Castro, en una asociación de 56 años en empresas revolucionarias que han cambiado la esencia de la vida cubana, también han alterado la geopolítica en África del Sur y el Hemisferio Occidental.
Con el carisma de Obatalá, la encarnación religiosa de un majestuoso Don Quijote con la habilidad política necesaria de un Maquiavelo para triunfar y sobrevivir, compartió tareas con su hermano menor, menos a la vista, quien manejó de manera brillante los cruciales tornillos y tuercas necesarios para implementar y administrar los grande planes visionarios.
Juntos, estos dos hombres educados por los jesuitas, hijos de un soldado español (Ángel) que se convirtió en rico agricultor, crecieron en la provincia de Oriente. Han conducido a los cubanos al escenario de la historia mundial –independientemente de los graves problemas que aquejan a la economía de la isla.
En 2009, un Fidel muy retirado se ha vuelto reflexivo. Escribe artículos acerca de temas de la actualidad política, lee y mira de manera selectiva la televisión. Hice mi primer documental con él para la televisión pública en 1968. Entonces y ahora él integra su biografía a la historia de los tiempos.
“Mi padre era dueño de todo el pueblo (Birán), con excepción de la oficina de correos y la escuela pública. Tuve la oportunidad de ver ese pequeño mundo desde esa posición ventajosa, la del dueño, así como desde el punto de vista de los que no poseían nada. Los trabajadores azucareros, por ejemplo, no tenían derechos. Solo los ricos sabían leer y escribir.”
Recuerda él cómo la gente del pueblo, incluyendo al maestro, trataba de estafar a su padre. “De niño también supe del hambre de los vecinos rurales. En la supuesta democracia cubana de la década de 1930, los pobres también votaban por los candidatos apoyados por mi padre rico”, dijo burlonamente.
“La idea de una prensa libre era un chiste”, prosiguió. “¿Quién sabía leer y escribir? Los que iban a la escuela. La mayoría no podía. Yo fui a la mejor escuela y no había un solo estudiante negro o mulato. En la escuela jesuita a la que fui después había un solo mulato”. Fidel habla de esos días de alta tasa de mortalidad infantil, poca expectativa de vida para los pobres y analfabetismo a gran escala. “¡Ha habido algunos cambios de la Cuba de antes a la Cuba de ahora!”.
Hablando del mundo como un todo, declaró: “Hay una desorientación universal. Me compadezco de los políticos” que se enfrentan a los retos modernos. “Yo también fui un político”. Se refirió al mundo desarrollado como una mezcla de democracia liberal y propaganda de los medios masivos.
Ted Turner “venía aquí a menudo. Él dice que yo le sugerí la creación de una cadena universal de televisión”. Sacudió la cabeza con desaprobación.
“La gente me ha hablado de Fox, expertos en la creación de opiniones. Esas cadenas deben vivir de los ingresos publicitarios. ¡Compre esto! ¡Compre esto otro! Algunos programas le hacen a uno cubrirse los oídos y los ojos. Quizás como usted vive con este virus no se da cuenta.”
“Imagínese”, dijo, “que le digan a uno qué tiene que comer, qué ponerse y, por supuesto, el año que viene las faldas tienen que ser más cortas… Nosotros (los países del Tercer Mundo) no tenemos materia prima para eso. Como ustedes han inventado la mayor parte de los problemas, deben ser ustedes los que brinden las respuestas para eso”.
El consumismo y la supervivencia planetaria pudieran no ser compatibles debido al calentamiento global. “Gore ganó en el 2000, pero no fue elegido. Los cubanos de Miami, expertos en el fraude electoral, impidieron que la gente votara. Gore tenía una cultura del medio ambiente. Esa elección robada significó diez años perdidos en la lucha por el entorno en el país que quema el 25% de los combustibles fósiles del mundo. Un robo electoral que puede haber decidido el destino del mundo”.
“Obama es consciente del medio ambiente y de la importancia del tema de la salud”, continuó, “así que lo acusan de ser un socialista o un comunista. Él no tiene poder. Está amenazado. Podrían asesinarlo”. Se estremeció ante la posibilidad.
Le dije que había visitado a Gerardo Hernández, el coordinador de los agentes de la inteligencia cubana que habían penetrado algunos de los violentos grupos del exilio en Miami. En 2001, una jueza de Miami lo condenó a dos cadenas perpetuas consecutivas.
“Gerardo es un ejemplo de que uno puede tomar lo mejor o lo peor de un hombre. Gerardo es un ejemplo de lo mejor. Vemos a esos cinco infiltrándose en grupos terroristas y asesinos, como los de Posada Carriles”, el hombre acusado de orquestar el sabotaje de un avión comercial cubano, matando a los 73 pasajeros y tripulantes, así como de poner bombas en lugares turísticos en la década de 1990. Una de las bombas mató a un turista italiano.
“Nunca hicimos nada igual a Estados Unidos”, comentó Fidel.
Interrumpió la conversación. “¿Cómo va el juego?”, preguntó a un ayudante, refiriéndose al equipo de béisbol de Cuba que jugaba contra Corea. En 1968 lo filmé cuando detuvo su yipi para participar en un juego en las montañas de la Sierra Maestra. ¡Solo habían pasado 41 años!
Una mañana a fines de septiembre con Fidel (Tercera parte)
Después de la cirugía abdominal de Fidel Castro en el verano de 2006, la secretaria de Estado Condoleezza Rice aseguró a los cubanos a nombre de Bush: “Ustedes deben saber que no tienen mejor amigo que Estados Unidos de América”. Este gran socio mostró su concordia no permitiendo a los cubanos ver a sus familiares y limitando la cantidad de dinero en remesas que sus familias enviarían.
Al incrementar las privaciones, supone la lógica de Bush, los cubanos se sentirían motivados a rebelarse contra su gobierno y no a dirigir su ira directamente a la crueldad de EE.UU. Con amigos como Bush y Rice, los cubanos no necesitan enemigos.
Esta política norteamericana ha durado desde 1960, cuando un memo del Departamento de Estado insistió: “El único medio previsible de alienar el apoyo interno es por medio del desencanto y la desafección basados en la insatisfacción económica y las privaciones”.
Las medidas norteamericanas debían “provocar el hambre, la desesperación y el derrocamiento del gobierno”.
Después de anunciar sus duras medidas que reducían el nivel de vida de los cubanos y mantenían divididas a las familias, Bush alentó a los isleños: “Ustedes (el pueblo cubano) tienen el poder para conformar su propio destino”. No dejó claro de qué manera los cubanos harían eso, excepto que el presidente también se dirigió a las fuerzas armadas cubanas, y sugirió en tono solemne: “Los cubanos se alzan para exigir su libertad… Tienen que decidirse”. (24 de octubre de 2007, discurso en el Departamento de Estado.)
Fidel se retiró en febrero de 2007, y Cuba ya había hecho su transición presidencial a Raúl Castro, solo que Washington no parecía haberse dado cuenta -o no le importaba.
Cada cuatro años, los cubanos esperan las elecciones presidenciales en EE.UU. para ver si la cordura y la lógica lograrán mágicamente llegar a la Casa Blanca. En la campaña de 2008, Hillary juró que ni siquiera conversaría con Cuba hasta que viera algún “progreso”. Obama dijo que hablaría con el gobierno cubano. No lo ha hecho.
Pero Fidel habló de Obama. Riendo entre dientes mientras estábamos a su alrededor dijo: “Podemos hablar más de cerca si nos paramos. Yo no estoy cansado. ¿Ustedes (los visitantes norteamericanos) sí? Fidel, con su cabeza cerca de la mía, me tocó suavemente en el pecho para mayor énfasis. Con su expresión facial más dramática levantó su ejemplar anotado y subrayado de Sueños de mi padre (en español). “Él escribe de cuando le dijeron ‘Tu padre ha muerto’ y de cuando conoció a su padre”. Hizo un gesto de entusiasmo por el libro. “Obama es conmovedor y también puede ser irónico. Escribe acerca de los sindicatos y de un libro de Paul Krugman, el economista que ganó el Premio Nobel, y de cómo supo por él acerca del número de millonarios, que pasaron de unos 30 en la época de Rockefeller a solo unos pocos que decidieron el destino de Estados Unidos”.
Esto lo llevó a discutir la manera en que los partidos norteamericanos escogen a los candidatos presidenciales y cómo realizan sus campañas. Habló del enorme papel de las corporaciones transnacionales y de sus contribuciones financieras, y de cómo Obama usó inteligentemente internet para movilizar a seguidores. “Él comprendió que la sociedad ha cambiado. Hillary lo subestimó. Y Obama ganó la nominación casi de milagro”.
Fidel hizo una pausa como si hubiera hecho un comentario acerca del extraño curso de la historia humana. “Obama debe sentirse muy frustrado ahora. ¡Piensen en cómo se va a sentir si pierde la batalla por los servicios de salud!”
Cuando nos sentamos se inclinó hacia delante en su cómoda y modesta silla para comentar acerca de la política en EE.UU. Estados Unidos ha adquirido “la imagen de un país con ametralladoras. Un país con racistas armados”. Suspiró. Como los tiempos han cambiado, “Obama no será un Martin Luther King”.
Habló con orgullo acerca de Cuba que ahora tiene científicos que investigan si los niños tienen enfermedades de la vista y otras enfermedades congénitas en Cuba y Venezuela. Cincuenta mil estudiantes cubanos asisten a “escuelas especiales” después de que los especialistas diagnosticaron que tenían problemas de aprendizaje o problemas de la vista y el oído.
Hice una corta visita al baño y en el camino vi el comedor, amueblado con gusto, pero sin señales de pompa o lujo. La casa se veía y sentía como un lugar cómodo para vivir y fácil de mantener.
Cuando regresé Fidel estaba hablando acerca de la insensatez de promover las sociedades de consumo para los países del Tercer Mundo. “Si buscáramos una sociedad de consumo, nunca solucionaríamos nuestros problemas. Miren a su país. Cuando una persona tiene un auto, quiere otro, y luego un barco y un avión. El consumismo no puede coexistir con la supervivencia planetaria”, enfatizó.
“La próxima generación tendrá que enfrentarse a este tema. No será fácil. Qué inmenso inventario de asuntos críticos”, rió con alivio –el tono apropiado de un veterano estadista.
“Regresen pronto”, nos advirtió. Su hijo menor y montones de nietos, su esposa y dos ayudantes nos dijeron adiós. Mientras nos despedíamos, rió entre dientes y dijo que ya podía ver el final del juego de béisbol entre Corea y Cuba.
Saul Landau es miembro del Instituto para Estudios de Política. Sus filmes acerca de Fidel están disponibles en DVD (roundworldproductions.com).
Publicado en Progreso Semanal, Estados Unidos
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