La Resolución contra Cuba

El silencio del Parlamento europeo


Leyla Carrillo Ramírez / Centro de Estudios Europeos

La memoria puede jugar una mala pasada incluso a los instrumentos más eficaces de la política de los países desarrollados. Aquéllos que definen lo que es bueno o malo, magnifican las deficiencias de los demás, los clasifican y se arrogan el derecho de indicarles la conducta a seguir, de acuerdo con sus propios modelos. Juzgar a otros no es un simple entretenimiento, sino que aplica una propaganda diferenciada para estigmatizar a quienes son censurables, en un ejercicio peligroso que linda con la injerencia en sus asuntos internos.
Cómo definir la mala conducta es un artilugio que puede maravillar a los más eruditos en el quehacer internacional. Por ejemplo, en la clasificación emanada de las instituciones de la Unión Europea sobre el resto del mundo resulta más evidente la ecuación. Sus Estados miembros se hallan en la primera categoría, les siguen los Estados aliados (no importa los desatinos que cometan) y, en último lugar -aunque constituyan la mayoría del planeta reconocidos por la Organización de Naciones Unidas- están los terceros Estados. Queda claro que a estos últimos hay que “orientarlos”, monitorearlos, censurarlos y hasta castigarlos si es preciso.
La historicidad obliga. En 1996 el Consejo de la Unión Europea impuso la Posición Común, que todavía condiciona las relaciones bilaterales al “comportamiento y respuesta del régimen cubano”. La citada Posición se suma al bloqueo estadounidense, pero a la usanza elegante de los europeos. Las campañas orquestadas contra Cuba no son nuevas. En 2004, 2006 y 2007 el Parlamento Europeo emitió resoluciones sobre “la situación de los derechos humanos en Cuba”. Por esas razones a nadie debe sorprender la Resolución del reciente 11 de marzo.
¿Cómo se aprueba una Resolución? No es tan simple: los diputados se familiarizan con las opiniones “fiables” que circulan sobre un país determinado. Los sucesos son agigantados desde Washington y por la prensa de los países más industrializados; se incorporan las inquietudes de algún parlamentario que visite el país aludido, se reúna con los “disidentes” prefabricados desde el extranjero, exageran las transgresiones contra los que –presumiblemente- sufren limitaciones en sus derechos o los que reciben alguna ayuda exterior (puede ser desde una Embajada acreditada por un país europeo, una interconexión por Internet, premios rimbombantes y bien remunerados o equipos sofisticados, contrabandeados para que sus trasmisiones circulen rápidamente hacia el extranjero.
Así se procrean las censuras que, en el 90% de los casos, gravitan sobre los países subdesarrollados- y son refrendadas en sesiones europarlamentarias, regulares o de urgencia, según la gravedad interpretada por las élites que gobiernan en los países desarrollados. Su finalidad no es otra que magnificar los defectos y las deficiencias sobre la gobernabilidad, el cumplimiento del Estado de derecho, la democracia, el respeto a los derechos humanos individuales y todo aquello que conforma el complejo entramado de la libertad personal o empresarial.
La elocuencia de los legisladores está íntimamente vinculada a los objetivos de las fuerzas gobernantes del mundo desarrollado: censurar para suspender la colaboración o ayuda, o simplemente condicionarla, criticar sistemáticamente para denigrar al gobierno que les estorba o recrear un ambiente propicio para intervenir –si así se decide- mediante una Resolución más estratégica que sometan al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
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La Resolución contra Cuba aprobada el 11 de marzo por amplia mayoría del Parlamento Europeo (509 votos a favor, 30 contrarios y 14 abstenciones de un total de 736 parlamentarios) se inscribe en el acecho contra los países subdesarrollados. Es explícita respecto a los periodistas independientes, deplorando la ausencia de todo gesto oficial para liberar inmediata e incondicional a los denominados “presos políticos y de conciencia” (aunque se trate de delincuentes comunes), así como arremete contra la inatención a las reiteradas
demandas del Consejo y del Parlamento Europeos al gobierno cubano.
Para no perder la costumbre, una vez más el Parlamento Europeo instiga contra Cuba, en medio de la propaganda urdida por los intereses imperiales -estadounidenses o no- cuyo detonante fue el fallecimiento de un huelguista de hambre. Repiten las exigencias que sólo imponen a los terceros Estados. No es iluso pensar que el extraño privilegio de Cuba, Venezuela, Irán o la República Popular China en las Resoluciones del Parlamento Europeo persiguen un objetivo común: cuestionar la política interna y exterior, magnificar los problemas de países cuya trayectoria progresista, desarrollo económico o política diferenciada “preocupa” a quienes dictaminan qué puede o no hacer cada quien en uso de su soberanía nacional.
La elocuencia del Parlamento Europeo, sin embargo, evidencia
lapsus en su memoria legislativa. Si de los derechos humanos se trata no es ocioso recordar a la mayoría de sus diputados que la repetición anual (y hasta semestral) de resoluciones sobre la violencia y la desigualdad de géneros y la sistemática violación de los derechos de las minorías, llevan más de un lustro, sin resultados concretos.
Resulta significativo el “olvido”, en las actuales circunstancias, de que en uno de los más prominentes Estados miembros de la Unión Europea se dejó morir en 1981 a diez huelguistas de hambre que reclamaban el status de prisioneros políticos, uno de los cuales –Bobby Sands- había sido elegido miembro del Parlamento británico pocas semanas antes de fallecer por inanición. Entre los crímenes silenciados hoy por el Parlamento Europeo todavía se escuchan también las voces de las ejecuciones extrajudiciales perpetradas en España por el GAL.
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Hablan menos aún sobre el prolongado trato inhumano en celdas de castigo o en el corredor de la muerte en las prisiones del aliado estadounidense y la injusta prisión durante once años de los 5 Héroes cubanos combatientes contra el terrorismo.
Tampoco emiten resoluciones sobre los inmigrantes expulsados o internos en campos semejantes a los del siglo XX. Todavía se espera una Resolución con motivo del asesinato en Milán de un opositor a la Cumbre del poderoso Grupo de los 8 y están pendientes pronunciamientos por la represión policial contra los manifestantes defensores del clima durante la Cumbre de Copenhague en diciembre pasado. Seguramente perdurará el silencio del Parlamento Europeo sobre las reprimendas físicas contra quienes protestan en Grecia contra la situación impuesta por la crisis. Para muchos habitantes en los países pobres queda claro que para el mundo industrializado, los seres mencionados “ponen en peligro la seguridad de la UE” y los otros… son sencillamente terroristas.
Otro ejercicio memorístico sería que los ciudadanos del Tercer Mundo clasifiquen las Resoluciones donde hubiera sido preferible el SILENCIO del Parlamento Europeo ante tanta verborrea utilizada. Por ejemplo: ¿por qué la Resolución de 2008 sobre los vuelos secretos y las torturas en Guantánamo solicitó gentilmente a Estados Unidos que cerrara el eufemístico centro de detención, mientras dedicó la mayoría de sus párrafos a censurar al gobierno cubano?
Otra pregunta consistiría en conocer las motivaciones para alusiones tan sistemáticas sobre los ataques de Hamás contra Israel, que justifican el genocidio cometido por el país amigo contra Palestina. Precisar, además, si existe el proyecto de una Resolución condenatoria de los “errores logísticos o casuales” de soldados ciudadanos de países de la Unión Europea cometidos en Afganistán o Iraq. Precisamente, repasando las resoluciones europarlamentarias, instigar a que utilicen la violencia los budistas tibetanos contra el gobierno chino se ha convertido en una práctica, que procura enardecer a la opinión interna y mundial contra el país socialista, cuando precisamente, una de las características de quienes profesan esa religión es la no violencia.
Sobre América Latina se echó de ver una actitud consecuente del Parlamento Europeo respecto a los golpistas hondureños. Contrasta con la Resolución que mostraba “gran preocupación por la situación en Nicaragua”. Y si de América Latina se trata, Venezuela es objeto de un seguimiento pertinaz por los europarlamentarios: la Resolución de mayo de 2009 constituyó un acto antidemocrático -para aquellos que tanto velan por ella- cuando solamente con 27 votos a favor (el 4% de los diputados) respaldó al “opositor” Manuel Rosales y “se preocupó por el deterioro de la situación… la concentración del poder y el creciente autoritarismo del Presidente venezolano”…¡Maravillas del parlamentarismo representativo!
La Resolución aprobada en Estrasburgo se inscribe en la práctica cotidiana de los actos legislativos acometidos por el Parlamento Europeo. Un antiguo proverbio señala: “cuando no tengas algo mejor que el silencio, permanece callado”. Hubiera sido preferible que los diputados que votaron contra Cuba se sumiesen en el SILENCIO, pero su vocación de guardianes universales absolutos de los derechos humanos los ha alentado una vez más.

La Habana, 12 de marzo de 2010
“Año 52 de la Revolución”
Notas:
1. CEE, “Manual para una Intervención”, Informe 91,18/07/08
2. GAL: Grupo Antiterrorista de Liberación.
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