Razones de la actual crisis económica
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Que algo está mal en la economía mundial parece fuera de toda duda. Ahora bien, ¿se trata de una “desaceleración” como afirma el Presidente Rodríguez Zapatero o de una “crisis” como afirma el líder de la oposición Mariano Rajoy?. ¿Qué la ha provocado?. ¿Hasta cuándo va a durar?. ¿Cómo nos afectará a nosotros en los próximos meses?.
En principio ni loco se me ocurriría responder a todas estas preguntas. Lo mío es la historia, a lo sumo la “historia contrafactual”, pero nunca la economía. Sin embargo, ayer mismo me envió mi amigo Fermín un artículo escrito por el profesor del IESE durante 31 años y presidente del Grupo Sonnenfeld Leopoldo Abadia -agradeced el dato de su nombre al amigo Fernando, que ha sido quien me ha pasado la información- en los que explican bastante bien las razones de la crisis.
Partiendo de él, y de la información que he logrado encontrar en las últimas horas por otras páginas, os dejo un pequeño resumen de las causas de la actual recesión económica. Eso sí, explicadas para los que, como yo, tenéis poca o ninguna idea de economía. Entre otras cosas porque de mí no se puede pedir más, y porque los que ya sabéis de economía estaréis más que al tanto de todo lo que voy a contar a continuación.

Dicho esto, empecemos por el principio. ¿Dónde y por qué ha comenzado esta crisis económica?. Y sobre todo, ¿qué tiene de particular respecto a otras?. Porque no hay que ser un experto en economía para saber que ésta se mueve en ciclos, unos mejores y otros peores, y a los períodos de bonanza siempre les siguen otros de recesión. Así pues, ¿qué ocurre esta vez que sea tan diferente como algunos analistas parecen indicar?.

Para responder a todas estas preguntas, debemos situarnos en los EE.UU. de los últimos años. Allí, como en España, se estaba viviendo una etapa de bonanza económica, ayudada por unos tipos de interés realmente bajos y por un mercado de trabajo bastante vigoroso. Esto es, en los EE.UU. –como en España, repito- la gente tenía acceso a trabajo y a créditos a bajo coste. Así, el dinero fluía con facilidad, aumentaba el consumo y con él, la economía se fortalecía a sí misma.
Un sistema idílico para todos menos para los bancos. A menor tipo de interés, menor ganancia en los prestamos, y pese a que tampoco daban mucho por los depósitos de los clientes, las ganancias eran cada vez menores. Y entonces surgió la solución para ganar más dinero: las ya famosas “hipotecas subprime”.
La idea de éstas era muy sencilla. Estando las cosas bien como estaban, los bancos podían arriesgarse a conceder créditos hipotecarios a personas a las que antes nunca se los hubieran dado. A personas sin empleo, por ejemplo. Por una parte esas personas podían encontrar un trabajo eventual con facilidad, por otra las casas cada día eran más caras, con lo que sobraban como aval de la operación, y por otra, a estas personas, por si acaso, y ya que no eran “tan seguras” como los clientes “de siempre”, se les podía imponer un tipo de interés más alto. De hecho, “subprime” significaba precisamente esto: con más riesgo de impago que las “prime”, las hipotecas usuales hasta ese momento.
Además, para que la jugada fuera aún más productiva, en lugar de conceder unas cuantas hipotecas, los bancos decidieron dar muchas hipotecas. Poco beneficio por pocas hipotecas es siempre menos que poco beneficio por muchas hipotecas. Claro, que para que esto fuera posible, los bancos americanos empezaron a pedir dinero a bancos del resto del mundo. Ventajas de la economía globalizada.
Y así, en EE.UU. los bancos empezaron a ganar más dinero. Mucho más dinero. Y no solo allí, porque aquí en España hubo de suceder algo muy parecido, ya que si no, a mí en 2001, por entonces asalariado por una ETT –contrato de un año a renovable, pero ETT de todas maneras- y sin aval alguno, no me hubiesen dado una hipoteca ni borrachos.

Pero aquí empiezan las trampillas, el maquillaje financiero, para permitir que todo este sistema siga adelante. Entre los bancos existen una serie de normas internacionales, unas reglas del juego, para evitar trampas y sus posteriores desagradables sorpresas: las “Normas de Basilea". Y uno de los principios básicos de éstas es que los bancos deberán prestar en función de su capital, y nunca más de lo que proporcionalmente se considera “seguro”.
Pero claro, si el banco en cuestión ha concedido muchas hipotecas, y encima para poder concederlas ha tenido que pedir dinero prestado, su capital queda muy por debajo de lo que las normas de Basilea especifican. Y así, por muy bien que les fuera el negocio, por muy seguras que fueran sus inversiones, los bancos hubieron de buscar una manera de sortear este escollo. Más que nada porque si se demostraba que no cumplían con Basilea, el resto de los bancos iban a dejar de fiarse de ellos y ya no le prestarían más dinero.
Y así surgieron las MBS y los “conduits”. Para que no os perdáis, os lo explico con suma brevedad: las MBS –iniciales inglesas de “Obligaciones Garantizadas por Hipotecas”- eran paquetes de hipotecas –de las hipotecas que había concedido ese banco- que salían al mercado. Paquetes que tenían de todo, desde hipotecas “prime” hasta “subprime”, y que, al venderlos, generaban un aumento de los ingresos, del capital de ese banco, y un descenso de lo que se ha prestado, con lo que se cumplía de nuevo con Basilea. Es decir, el banco vendía sus hipotecas para poder seguir haciendo hipotecas.
¿Y qué eran esos “conduits"?. Bueno, pues los “conduits” eran una solución rápida al problema de quién narices estaba dispuesto a comprar esas MBS. Los “conduits” eran unos “fondos” -ideados por los mismos bancos que sacaban al mercado esas MBS- con tanto capital como necesitasen para comprar las MBS. Evidentemente esto iba completamente contra las reglas de Basilea, pero como esos “fondos” quedaban al margen de esta normativa, pues hoy paz y mañana gloria: los bancos seguían pareciendo respetuosos con las reglas del juego, los “conduits” eran considerados “algo a parte” y los demás bancos seguían prestando dinero.
¿Pero de dónde sacaban estos “conduits” el dinero necesario para poder comprar las MBS?. Porque claro, si el dinero venía de las arcas del propio banco matriz, la cosa saltaba a la vista. Pues o bien del dinero prestado por otros bancos, o bien del que invertían empresas de capital-riesgo, financieras, aseguradoras… o fondos de inversión de esos que dan en España una rentabilidad a su dinero que ni el Gordo de la Lotería, oiga. Claro, para sacar mucha rentabilidad hay que mojarse mucho el culo. En fin, inversores que tal vez no se hubiesen jugado su dinero en MBS se dejaban engatusar por los “conduits” sin saber muy bien qué iban a hacer con su dinero después esos “conduits”. Esto es: comprar MBS. ¿Maquiavélico, verdad?.
El caso es que mientras la economía en EE.UU. fue bien, el sistema funcionó de maravilla. Si las hipotecas eran pagadas, las MBS se convertían en un gran negocio, por lo que nadie tuvo la sensata ocurrencia de dar la voz de alarma. Y como los “conduits” eran los que se encargaban de las MBS tampoco “Basilea” observo nada raro. Es más, los bancos del resto del mundo presumían ufanos de prestar su dinero a los de EE.UU. -que siempre se lo devolvían junto a sus correspondientes intereses de forma puntual- y los fondos de inversión anunciaban a gritos que te daban un jamón pata negra y la cama por cada euro que invirtieses. Y encima era cierto.
Pero, hacia principios de 2007 en los EE.UU. la tortilla dio la vuelta y el precio de las casas se desplomó. Ya en abril de 2006 el “Washington Post” avisó del trompazo inminente: el precio de las casas había subido entre un 10 y un 40% anual en los últimos tiempos, y este ritmo hiperinflacionario no podía seguir por mucho tiempo. Dicho y hecho.
De la noche a la mañana los ciudadanos que habían pagado religiosamente sus hipotecas descubrieron que estaban pagando más por ellas que lo que realmente valían ahora sus casas. Y de entre estos, los que tenían una hipoteca “subprime” ya ni os cuento. Así pues, o bien se negaron a seguir pagando quinientos por algo que con suerte podían sacarle cien, o ni siquiera pudieron elegir porque el resfriado de las hipotecas provocó la pulmonía de la economía y muchos de aquellos clientes “subprime” se vieron ahora sin empleo precario siquiera.
¿Por qué esto no ha pasado en España?. Pues no lo sé. Tal vez porque la inflación en el mercado de la vivienda en España sea, con todo lo elevada que es, menor que en EE.UU. Tal vez porque aquí se tiene una cultura diferente y la gente no contempla vender su casa y los que tienen dos prefieren esperar para vender otro día. O tal vez porque aún no nos haya pillado el toro. El caso es que mientras que aquí los precios se están frenando poco a poco, allí se derrumbaron a lo bestia.
Pero claro, las famosas MBS de las que os he hablado antes seguían en el mercado, solo que ahora nadie se atrevía a comprarlas. El maravilloso e imaginativo sistema para ganar dinero estaba haciendo aguas por todas partes, y los bancos se encontraron con que no tenían dinero para parchear los boquetes por los que se hundían sus naves.
Como os decía, las MBS eran paquetes de hipotecas en los que entraban hipotecas mejores “prime” y peores” subprime”, y que se vendían al mejor postor, a veces inversores a veces “conduits” creados por los mismos bancos, pero financiados con el dinero de otros inversores que a penas sí sabían qué hacían esos “conduits” con su dinero, y que tampoco les preocupaba mucho mientras les diesen pingües beneficios, como así ocurrió al principio.
Pero, aunque decir esto a estas alturas pueda sonar más que nada sarcástico, el mercado internacional no es como el lejano Oeste, y hay una serie de normas que deben ser respetadas. Así, aunque a los “conduits” o las MBS no les afectasen las “normas de Basilea”, sí les afectaba, y mucho, algo que se conoce por el término inglés de “rating” que no es otra cosa que un “índice de confianza” que otorga una agencia especializada, seria y de confianza, y que indica la solvencia que tiene tal caja de ahorro o banco o tal otro “conduit” o MBS por ejemplo. En España, por lo visto, destaca Fitch Ratings, de la que, os juro, hasta ayer jamás había oído hablar.
El caso es que estos “ratings” pueden ser o muy buenos “AAA” o bastante malos “BB” o incluso aún peores. Y así, algunos MBS recibían el título de “Investment Grade” cuando eran AAA, o el de “Mezanine”, tal vez para las BB –ni en el artículo del sr. Abadía en el que me baso lo sabían con seguridad y yo tampoco he podido descubrirlo- o finalmente el de “Equity” para aquellas MBS en la que abundaban las hipotecas subprime realmente peligrosas.
Por tanto, y aplicando la simple lógica, los bancos se encontraron con que no tenían grandes problemas en vender sus MBS “Investment Grade” e incluso “Mezanine”, pero que nadie quería vérselas con las “Equity”, naturalmente. ¿Y no las podían comprar los “conduits”?. Sí, pero si esos “conduits” se metían en negocios muy farragosos, y como parece ser que a ellos también se les aplicaba un “rating”, se podían encontrar con la etiqueta de “no seguros” y que nadie les prestase el dinero.

Así pues, ¿cómo podían arreglárselas para “colar” esos paquetes “Equitys” en los que hubiese mayoría de hipotecas “subprime” de alto riesgo de impago?. Pues rizando el rizo, y encima de una forma muy peligrosa: re-evaluando las MBS de una forma realmente imaginativa para que pareciesen menos nocivos de lo que realmente eran.
De esta manera, cada MBS fue dividida en unos “tramos” o “tranches”, que trataban de edulcorar el producto diciendo que en el peor de los casos, si del tramo malo no se sacaba nada, del mediano algo y del bueno todo, la inversión salía rentable. Y de esta manera, un producto que en un primer “rating” podía ser calificado como “basura pirata” en un segundo “rating” podía llevar el “pero” de “pero rentable, bien mirado”. Y así colar entre inversores dispuestos a ganar mucho en poco tiempo más que nada porque a fin de año cobraban de sus empresas una prima por beneficios.
Como comprenderéis, esto implicaba un doble problema muy serio. Por una parte, las MBS, bastante peligrosas ya de por sí, ahora, con el segundo “rating” –y con un nuevo nombre la mar de curioso: “Obligaciones de Deuda Colateralizada” o CDO- se volvían completamente opacas para el comprador, que no tenía forma humana de saber si el producto era bueno, malo o regular. Y por otro, y esto es aún peor, que unas entidades serias y de confianza como eran las empresas de “rating” tiraron por el suelo todo su prestigio al hacerles el juego a los bancos permitiendo convertir en potables MBS sencillamente pestilentes.
Con lo cual, cuando los precios de las casas empezaron a bajar y las hipotecas empezaron a no ser cobradas, los bancos y los inversores se encontraron con un triple problema: primero que nadie quería ya comprar, es lógico, más MBS ni nada similar. Segundo que nadie sabía qué diablos contenían algunas de las MBS que habían comprado ya, si eran de confianza o no y si las cobrarían algún día o no –y de hecho no sabremos lo importante que es la crisis de EE.UU. hasta que no venzan todas las hipotecas-. Y por último, y esto es lo peor y lo que hace que esta crisis sea particularmente inquietante, que si uno ya no podía fiarse ni de las empresas de “rating” ni de la fortaleza de las “Normas de Basilea” de quién iba a fiarse. ¿Sería seguro el banco de al lado que me pedía dinero?.
Así, los bancos empezaron no solo a no dar créditos a sus clientes, ni hipotecas, claro está –para desesperación de constructoras e inmobiliarias-, sino que cada vez se prestan el dinero a un tipo de interés más alto. Porque los bancos no solo nos cobran intereses a nosotros, faltaría más, sino también a los demás bancos que les piden dinero. Interés marcado precisamente por el Euribor a tres meses, que solo últimamente ha empezado a bajar.
Y aquí es donde empieza la crisis que nos afecta al resto de mortales, porque si los bancos no dan créditos, ni hipotecas, el mercado inmobiliario que alimenta a millones de españoles se hunde y empiezan a aparecer parados a mansalva. Y si además de eso, suben las hipotecas, la gente tiene menos dinero, con lo que compra menos otras cosas, con lo que las empresas se resienten y deciden despedir personal, que se suma al creciente número de parados de la construcción. Y aquí ya sí podemos hablar de crisis.
¿O solo de desaceleración?. Hombre, si uno tras leer esto cree que estamos en un período de desaceleración es que es de un optimista que da gusto verle. Sin embargo, si uno se fija en el número de viajeros que está yendo últimamente a los EE.UU. a decir eso de “guiv-mi tú”, casi no podríamos hablar ni de recesioncilla.
Lo cierto, fuera bromas, es que sí hay crisis, y bastante seria. Y tal vez no como otras. Pero no en España y por culpa del Socialismo reinante, sino a nivel internacional. Principalmente porque esta vez han fallado hasta los organismos y entidades reguladoras y porque, además, algunos bancos se han dedicado a mentir y engañar como políticos en campaña, lo cuál es para el resto de los bancos aceptable si se le hace a los clientes, pero imperdonable si los timados son ellos.
Y en España, donde la construcción ha tenido el peso que ha tenido tanto en número de trabajadores como en dinero invertido, es posible que la crisis de las “subprime” nos pille un poco menos, ya que nuestros bancos tienen empeñadas hasta las cejas en las casas construidas en España y no han podido invertir mucho en los EE.UU., pero sí puede afectarnos un efecto rebote de esa misma crisis, una oleada de pánico similar –aunque lo dudo, pues aquí la mentalidad es otra- y vernos en una situación realmente apurada.
Así pues, si todo queda en una subida de las hipotecas, como veis, hasta nos podemos dar con un canto en los dientes. Aunque, el frenazo de la construcción, eso parece seguro, va a mandar al paro a miles de personas, muchas de ellas sin preparación alguna para hacer otra cosa o venidos de otros países, lo cuál ya es de por sí una barrera para lograr un trabajo.
En este sentido, las medidas que pueda adoptar el Presidente del Gobierno pueden ser la clave, aunque tampoco podemos hacernos muchas ilusiones. En los EE.UU. el Presidente se reúne una mañana con el Presidente de la Reserva Federal y dos más y decide bajar medio punto el precio del dinero con lo que aumenta el consumo, llegan los guiv-mi tús españoles y sube la economía. En Europa, Zapatero tiene las manos atadas desde casi los codos para casi todo, y necesita que organismos supranacionales exasperantemente lentos tomen las medidas paliativas que todos, menos ellos, parece que tenemos en mente.
Por mi parte, me conformaría con que no se cargue, como suele ocurrir, con los empleados, con los currelas de a pie. Creo haber dejado muy claro que el nivel de los sueldos tiene poco o nada que ver en esta crisis, así que esperemos que no se haga caso a los iluminados que siempre encuentran la solución en el recorte de los salarios, enculados sindicatos sonrientes mediante.
Por la cuenta que nos trae, más que nada.