B- El Imperio Británico y el Movimiento Sionista
La política y las ideologías de la expansión colonial europea, entre 1870 y el comienzo de la Primera Guerra Mundial en 1914, se denominan a menudo como el "Nuevo Imperialismo". Este período se caracteriza por una búsqueda sin precedentes de "el imperio por el imperio", una competición agresiva entre las potencias para conseguir territorios y materia prima de ultramar, además de la aparición en los países conquistadores de doctrinas que justifican la superioridad racial y que niegan la aptitud de los pueblos subyugados para gobernarse por sí mismos.

Durante este período, las potencias europeas sumaron a sus posesiones coloniales casi 23.000.000 km². Dado que antes de 1880 estaba prácticamente desocupada por las potencias occidentales, África se convirtió en el principal objetivo de la "nueva" expansión imperialista, aunque esta conquista afectó igualmente a otras áreas; en especial el sudeste asiático y el Pacífico, donde los Estados Unidos y Japón se unieron a las potencias europeas en su lucha por los territorios.

La entrada de Gran Bretaña en la nueva era imperial se fecha a menudo en 1875, año en que el gobierno conservador de Benjamin Disraeli compró al endeudado rey de Egipto, Ismail Pasha, su parte en el Canal de Suez para asegurarse el control de esta vía estratégica, un canal que sirve para el tráfico entre Gran Bretaña y la India desde su apertura seis años antes, bajo el Emperador Napoleón III. El control financiero conjunto de Inglaterra y Francia sobre Egipto acabó abriendo la puerta a una total ocupación británica del país en 1882.

Pocos años después aparece la importante figura del Lord Rotschild – figura importante entre los primeros sionistas- y la relación profunda de intereses entre el colonialismo británico y el Movimiento Sionista que se expresa en la penetración de las grandes compañías explotadoras de petróleo. En este contexto, Palestina, Siria y El Líbano, en el Mediterráneo Oriental, configuran una zona necesaria de comunicación para controlar el paso hacia el Medio y Lejano Oriente, como también, para el transporte de petróleo hacia los puertos del Mediterráneo.

Los británicos estaban interesados por el petróleo de Irak y su evacuación por vía marítima, pero más aún por los oleoductos que de ese país llegaban a las costas de Palestina. De allí, la honda conexión entre los intereses británicos y la consolidación del sionismo en Palestina. El Gobierno británico favoreció la compra de tierras y la instalación de colonias judías, mientras los grandes capitalistas sionistas servían financieramente a dicho gobierno y tenían grandes inversiones en las compañías petroleras. Ya en 1885, un préstamo de los Rotschild fue fundamental en el comienzo de la explotación del petróleo en Rusia y además distribuían el excedente de la firma Nobel. Posteriormente, ambas familias extendieron una red comercial por Europa Occidental, haciendo la competencia y poniendo fin al monopolio en el mercado de la empresa Standard of New Yersey. Otras personalidades sionistas destacadas en el mundo comercial del petróleo fueron los Samuel, dueños de la Compañía de Transportes y Comercio de Petróleo Shell y que fusionados a la Royal Deutch Company, formaron la Royal Deutch-Shell. Los Samuel y los Rotschild participaron en una sociedad económica y sus buques fueron los primeros en utilizar el Canal de Suez. Mientras la rama británica de los Rotschild financiaba los esfuerzos bélicos y coloniales del Imperio Británico, la rama francesa que representaba Barón Edmond de Rothschild empezó a financiar las primeras oleadas de inmigración judía a Palestina.

El interés británico en el sionismo se debió al crecimiento de las empresas establecidas en las colonias británicas del sur de Asia a principios del siglo XIX, así como al posterior interés en sostener el frente ruso y estimular el esfuerzo bélico estadounidense mediante al apoyo de la causa sionista durante la Primera Guerra Mundial. En 1840, el Vizconde de Palmerston ministro de Exteriores británico y que posteriormente sería primer ministro del Reino Unido escribió al sultán del Imperio Otomano: “Actualmente existe entre los judíos dispersos por Europa un fuerte sentimiento de que se aproxima el día en que su nación vuelva a establecerse en la región de Palestina. Sería muy importante para el sultán que sugiriese el retorno y establecimiento de los judíos en Palestina, debido a que las fortunas que ellos traerían consigo incrementarían los recursos de los dominios del sultán, y por otro lado, si los judíos vuelven bajo la invitación y el amparo del sultán, se podrían evitar futuros conflictos con Egipto y el resto de sus vecinos. Me gustaría sugerir fervientemente a Su Excelencia que el Gobierno turco invite a los judíos europeos a “volver” a Palestina (1)”.