Ciudadano Presidente...


Excelentísimo señor Don Sebastián Piñera
Presidente de la República de Chile
Palacio de La Moneda
Santiago de Chile.

Ciudadano Presidente:

Soy un escritor nacido en Chile y un profundo conocedor de La
Patagonia y la Tierra del Fuego. En muchos de mis libros traducidos a
un gran número de idiomas está presente la vida, gentes y sueños de
esa región austral que amo y defiendo con el mismo sano y pacífico
tesón que sus habitantes.

Hace muy pocos años desde las mismas oficinas en las que hoy usted
ejerce la función de gobierno, y desde la elegante frialdad de algunos
bancos, se intentó perpetrar un crimen medioambiental contra la
Patagonia, específicamente contra la región de Aysén. Una empresa
llamada Noranda, con domicilio postal en Canadá y domicilio fiscal en
el paraíso tributario de las Islas Caimán, valiéndose de la odiosa Ley
de Aguas chilena, una de las más liberales del planeta, pretendía
bloquear, detener su curso, matar, tres ríos que desembocan en el Gran
Fiordo de Aysén, para construir tres centrales hidroeléctricas que
darían energía a una fábrica de aluminio, una de las industrias más
contaminantes, y a un puerto destinado a recibir la bauxita y otros
minerales. La oposición de los habitantes de Aysén fue muy decidida.

Desde la seriedad de un proyecto económico, social y cultural
alternativo llamado “Aysén Proyecto de Vida”, los aproximadamente
cuarenta mil habitantes de Puerto Aysén, Puerto Chacabuco, Coyhaique y
otros poblados que con ese crimen de “emprendedores” verían seriamente
afectada su vida, su cultura y sus esperanzas, su presente y su
futuro, fueron injustamente ofendidos por el Ministro de Economía de
entonces, don Sergio Rodríguez Grossi, quien aseguró que, en términos
macroeconómicos cuarenta mil seres humanos eran “nadie”.

Pero a esos “nadie” se unieron otros “nadie” en todo el mundo, porque
la preocupación medioambiental, ecológica y en aras de una economía
sustentable es parte del imaginario de futuro que mueve a millones de
mujeres y hombres que quieren ser ciudadanos antes que consumidores.
Esos “nadie” pidieron algo muy simple y legítimo: un estudio de
impacto ambiental realizado por un organismo científico independiente,
no por la misma empresa impulsora del proyecto o por un gobierno
directamente implicado y partícipe de los intereses empresariales. Y
esos “nadie”, que fueron groseramente calificados como
eco-terroristas, consiguieron detener, al menos temporalmente, uno de
los mayores atentados criminales contra la Patagonia.

Yo fui uno de esos “nadie”, ciudadano Presidente, hice un documental
llamado Corazón Verde, el film fue premiado en el festival de Cine de
Venecia, y sirvió para que esos cuarenta mil y tantos “Nadie” se
sintieran acompañados por los cientos de miles de otros “Nadie” que
defienden La Patagonia, el pristino mundo austral que es patrimonio de
toda la humanidad. Soy uno de los tantos que paralizaron “una
inversión de siete mil millones de dólares”, y como los ríos que
intentaron matar siguen desembocando en el Gran Fiordo de Aysén, asumo
esa culpa con orgullo.

Ahora, ciudadano Presidente, nos enfrentamos a una nueva
desproporción, a un nuevo intento de terminar con la vida de una de
las últimas regiones no contaminadas del planeta, y por eso mismo de
un valor incalculable. El valor de la Patagonia, de su naturaleza
vital, de sus gentes, de sus sueños y esperanzas, no puede ser
decidido ni calculado, ni en sus oficinas presidenciales, ni en la
bolsa de valores, y mucho menos en la mesa innoble del consejo de
accionistas de la empresas energéticas que pretenden la aprobación del
mega proyecto llamado Hidroaysén.

Usted, ciudadano Presidente, declaró monumento nacional al caballo
chileno, y con razón. Cuando lo hizo, muchos respiramos satisfechos
pues su declaración salvó al soberbio caballo chileno de cualquier
experimentación genética. ¿No cree usted, ciudadano Presidente, que
una línea de territorio nacional de dos mil trescientos kilómetros de
largo por cien metros de ancho, también merece el mismo trato digno
que otorgó al caballo chileno? ¿Es usted capaz de imaginar una
extensión de veintitrés mil hectáreas? Es difícil convertir los
números en imagen. Lo invito a imaginar veintitrés mil estadios de
futbol, uno junto al otro. E imagínelos llenos de árboles, de bosques,
no de burdas plantaciones de pino o eucaliptos, sino del noble bosque
nativo chileno, de la maravillosa diversidad forestal, de la fauna que
habita en esos bosques, y de las gentes, de los chilenos y chilenas
que conocen esos bosques y los aman. Hidroaysén, ciudadano Presidente,
significa la completa deforestación, la aniquilación, el exterminio de
veintitrés mil hectáreas de bosque chileno.

Yo sí puedo imaginar esa extensión, porque conozco la Patagonia,
porque amo el mundo austral, a sus gentes, a sus sueños y esperanzas,
y por eso me opongo a la realización de ese crimen de lesa ecología y
lesa humanidad que se llama Hidroaysén.

Hace muy pocos días, ciudadano Presidente, usted declaró que Adán y
Eva fueron los primeros “emprendedores”, porque se atrevieron a comer
del fruto prohibido. Al margen de las apreciaciones que tenga la
iglesia católica o los productores de manzanas tras su afirmación, me
permito recordarle que la Patagonia no es una manzana, sino un
territorio cuyo mayor valor reside en su pureza ambiental, y habitado
por ciudadanas y ciudadanos de la República de Chile que, por esa
misma condición tienen derecho a manifestar su aprobación o desacuerdo
con el proyecto Hidroaysén. Pero ocurre que los “emprendedores” e
instigadores del macrocrimen ambiental han ignorado la opinión
ciudadana.

El estudio de Impacto Ambiental para Hydroaysén ha ignorado las
opiniones ciudadanas, no ha existido la participación libre de
presiones y democrática que la legalidad garantiza.

Es un informe viciado, y eso lo sabe usted, ciudadano Presidente, y si
no es así, consulte a sus ministros. Hasta las 13.30 horas del día 26
de abril el Informe de Impacto Ambiental estaba rotulado como
“inconforme”, pero a las 2 de la tarde de ese mismo día y sin que
intervinieran más que funcionarios de la Oficina del Departamento de
Desarrollo Urbano y un señor llamado Nicolás Terrazas, a su vez
funcionario del Ministerio de Vivienda, la evaluación del Estudio de
Impacto Ambiental paso de “inconforme” a “conforme”.

“Poderoso Caballero es Don Dinero” escribió el gran Francisco de
Quevedo y Villegas, pues se da la casualidad que otro miembro de la
familia Terrazas, a saber don Pablo, hermano de Nicolás, es
propietario de varios terrenos que resultarían inundados si se lleva a
cabo el proyecto Hidroaysén, asegurándole una más que jugosa
indemnización.

Tan sólo este hecho, este detalle, ciudadano Presidente, vicia por
conflicto de intereses (eufemismo para esconder la palabra corrupción)
todas las consideraciones acerca del Estudio de Impacto Ambiental y,
desde la más estricta legalidad, aconseja paralizar la aprobación del
proyecto Hidroaysén.

Sin embargo, usted que ocupa el más alto cargo en la República de
Chile, más allá de las triquiñuelas ideadas por subalternos a los que
debe despedir de manera fulminante, debe considerar que se está
enfrentando a la historia, que siempre juzga, aunque tarde, mas juzga
de manera clara y contundente.

En un futuro próximo un busto suyo ocupará un lugar en la galería de
los adustos ex presidentes chilenos, y cuando un encargado de limpieza
le sacuda el polvo con un plumero, de usted depende que ese hombre
diga con admiración: estoy quitándole el polvo al busto de un ex
presidente que salvó de la destrucción a la Patagonia, o que
simplemente pase de largo y se niegue a desempolvar la imagen del
destructor de una de las regiones más bellas y puras del planeta. De
Usted depende, ciudadano Presidente.

Con mi más alta consideración

Luis Sepúlveda
Escritor
Doctor Honoris Causa por la Universidad de Toulon, Francia
Doctor Honoris Causa por la Universidad de Urbino, Italia
Caballero de las Artes y Las Letras de la República Francesa


Gijón, 10 de mayo de 2011