Candidatos presidenciales: tres DC y tres socialistas
Rafael Luís Gumucio Rivaslunes, 20 de abril de 2009
Hay personas que se sorprenden por la enorme cantidad de candidatos presidenciales que se presentarán a las elecciones de diciembre próximo. Personalmente no lo encuentro nada extraño, incluso pienso que es positivo que en la primera vuelta los ciudadanos tengan muchas opciones en que puedan elegir al candidato que más se adecúa a su concepción de país y a sus intereses; para garantizar este derecho, han sido diseñados los sistemas electorales a dos vueltas.
Si consideramos las elecciones parlamentarias, en las cuales senadores y diputados han sido impuestos por las directivas de los partidos políticos y, en su mayoría se sabe, de antemano, quién resultará electo – en su mayoría prácticamente vitalicios- resulta que la única elección competitiva será la primera vuelta de los comicios presidenciales.
La inscripción automática y el voto voluntario y el sufragio de los chilenos en el extranjero, en esta oportunidad, no se aplicará, por consiguiente, el universo electoral será de los mismos ocho millones de votantes, dejando fuera a cuatro millones de ilotas, que no tienen ninguna posibilidad de decidir el destino del país. En el fondo, de nuevo, una mascarada de elecciones.
Si analizamos a fondo los seis candidatos con posibilidad de inscripción, surgen de dos grandes fuentes políticas, que otrora integraron la Concertación: tres que vienen de la Democracia Cristiana. Eduardo Frei Ruiz-Tagle, Adolfo Zaldívar y Sebastián Piñera – el último de familia demócrata cristiana- y tres del Partido Socialista, Jorge Arrate, Alejandro Navarro y Marco Enríquez-Ominami. Como podrá comprobar el lector, nada nuevo bajo el sol, y más bien la primera vuelta se disputa entre herejes de ambas iglesias o masonerías políticas .Solo Pamela Jiles es la excepción.
La mayoría de los candidatos no son nuevos en la política: su componente erario supera la cincuentena, salvo el caso de Enríquez-Ominami, que apenas tiene 35 años, siendo el candidato más joven de este conjunto de gerontes de la política. Nadie puede decir que la sandía presidencial no ha sido calada: Eduardo Frei ha sido senador, presidente del senado y presidente de la república, así como varias veces presidente de la Democracia Cristiana; Sebastián Piñera, senador, líder de RN, una vez candidato y varias veces precandidato a la presidencia; Adolfo Zaldívar, senador, presidente del senado y, en múltiples ocasiones, presidente de la Democracia Cristiana; Jorge Arrate, ex presidente del Partido Socialista que, incluso, llevó su nombre, además de ministro de Estado y embajador; Alejandro Navarro, senador; Marco Enríquez-Ominami, diputado; todos estos candidatos, a excepción de Marco Enríquez-Ominami, tienen una larga trayectoria en la política chilena.
Adolfo Zaldívar es un hereje, expulsado de la Democracia Cristiana por la papisa Juana, Soledad Alvear; Jorge Arrate y Alejandro Navarro renunciaron al Partido Socialista por discrepancias con la línea derechista y neoliberal que seguía la directiva, encabezada por Camilo Escalona; marco Enríquez-Ominami continúa en el Partido Socialista y en la Concertación, luchando por la inexistente libertad de debate en este decadente partido y Concertación, convertida en un eje totalitario, cuyos únicos dueños son los cuatro jefes de partido; Sebastián Piñera siempre quiso ser demócrata cristiano, pero los dirigentes del partido se lo impidieron, además que su pasión por los negocios era mucho más aceptada en una montonera de ex pinochetistas y seudo liberales que conforman el partido RN.
Si consideramos esos antecedentes, la primera vuelta se convertiría en una disputa entre ortodoxos y herejes; en versiones distintas, tanto de la Democracia Cristiana, como del socialismo. Para los primeros tres candidatos, podríamos definir tres formar de mirar a la Democracia Cristiana chilena: la de Sebastián Piñera, plenamente neoliberal, idolátrica del mercado y con algunos ribetes de populismo derechista – algo así como el Partido Popular español, pues ni siquiera se acerca ala democracia cristiana alemana, hoy aliada con la social democracia-; Eduardo Frei Ruiz-Tagle, quien representaría la ortodoxia de la Democracia Cristiana, tratando de mantener la fracasada combinación con socialistas, PPD y radicales, cada día más rozados, burocratizados y derechizados; Adolfo Zaldívar representaría un versión confusa del humanismo cristiano que, en las palabras, rechaza el mercado y defiende a las capas medias, pero en los hechos se ha aliado con la derecha para votar muchos temas y para conseguir la presidencia del senado.
En cuanto a los socialistas la directiva, que tiene cautivo al partido, ha decidido abandonar la mayoría de los ideales socialistas para seguir, sin condiciones, al demócrata cristiano Eduardo Frei. Cuesta encontrar en el programa de esta candidatura algún aporte progresista, que surja de la vertiente social-demócrata que permita diferenciar a los seguidistas socialistas, PPD y radicales, de la Democracia Cristiana, en plena decadencia electoral e ideológica. Los herejes del Partido Socialista son los únicos que mantienen los ideales fundacionales y la consecuencia con los sectores populares. Jorge Arrate posiblemente será el candidato del Juntos Podemos Más, lo cual reubicaría al socialismo en el legado de Salvador Allende, rehaciendo la alianza de la izquierda de comunistas y de otros partidos e independientes de la auténtica izquierda chilena; Alejandro Navarro pretende, por medio del Mas, también reivindicar el perdido carácter popular del socialismo, sin embargo, hasta ahora no se sabe si presentará una candidatura propia o se aliará al Juntos Podemos Más. Marco Enríquez-Ominami sigue aún militando en el Partido Socialista y pretende refundar la Concertación, en base a un pueblo socialista, enormemente decepcionado por la dictadura burocrática de los cuatro jefes que capturaron esta combinación de partidos, para convertirla en una agencia de empleos estatales y parlamentarios.
Quizás, una de los elementos más interesantes del período de la primera vuelta electoral es lo que podríamos llamar “la revuelta de los electores”: cada día, gracias al desprestigio de los políticos actuales y que muy merecido lo tienen por la miserable carencia de ideas, por haber abortado los sueños de los jóvenes, por transformar la política en un oficio de mercaderes, por ser duchos en las ”sillas musicales”, porque los ministros y parlamentarios pasan, fácilmente, del llamado servicio público a los negocios personales, en la esfera privada, los ciudadanos están cada día más díscolos y desconfiados y tienen pocas ganas de seguir siendo carneros, conducidos al matadero. Ya no es tan fácil, como lo hacía el candidato Joaquín Lavín antaño, ir a comer o a dormir en una población; ahora a Piñera, por ejemplo, lo expulsan a gritos de una oportunista visita a un velatorio, y a Eduardo Frei, en la reunión de sus partidarios, lo encaran sus electores.
Me importa poco que me acusen de nepotista, la verdad es que en cierta manera lo soy; según el catolicismo, basta con confesar los pecados y arrepentirse para ser perdonado, consecuentemente, me voy a referir al crecimiento de la candidatura de mi sobrino, Marco Enríquez-Ominami que, en la actualidad, está logrando más de 25.000 adherentes y casi un 6% en las últimas encuestas de opinión. Este apoyo creciente se debe aun programa claro y rupturista con el sistema, contenido en “El Decálogo”, que ha logrado expresar el proyecto de un Chile futuro, deseado por la mayoría de los jóvenes de este país, excluidos –como los ilotas griegos- de la democracia, por un bipolio tan coludido como las Farmacias, para no permitir ninguna idea nueva, ningún cambio en el sistema político, mucho menos en el electoral y, para qué decir, una educación y salud al servicio de los pobres, que no reproduzca el repugnante Chile en que, según el colegio en que estudias o la población en que vives, tienes derecho o no a gozar de los bienes y servicios del país.
Como bien dice la página web, el candidato Enríquez-Ominami, ya está bueno que los políticos del bipolio “suelten la teta” para que haya oportunidades para todos; “déjense de candidatearse con promesas y gobernar con explicaciones”, como dice Marco. ¿Por qué no combatimos de la misma forma la colusión de las tres cadenas de Farmacias a la de los jefes de los partidos políticos? Basta ya de la repartija de sillones parlamentarios.
Rafael Luís Gumucio Rivas
20/04/09
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