Entrevista a Ana González, dirigente histórica de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos
"Hoy hay dolor, pero también un mensaje que dice que debo seguir luchando"
Fernando Barraza y Sergio Reyes / El Siglo
Tras 35 años de la tragedia, en que la DINA asesinó a su esposo, su hijo y su nuera embarazada de tres meses, todos militantes del PC, esta emblemática dirigente de la Agrupación de Detenidos-Desaparecidos ha debido revivir esos terribles crímenes.
Desde que la diputada de Renovación Nacional, Karla Rubilar, denunció que Luis Emilio Recabarren, asesinado por la dictadura, estaba vivo en Suecia, su madre, Ana González ha vivido un renovado calvario, difícil de describir.
Con 83 años a cuestas, que no representa, jovial y alegre pese a todo, rápida de mente y deslenguada, asistida cariñosamente por su hija Patricia Recabarren, no sólo no demuestra abatimiento ni tristeza, sino que evidencia, una vez más, su certeza y esperanza en un futuro mejor: “En estos días, mis seres queridos han cobrado vida, han dejado de ser fotografías colgando de mi pecho en una pancarta, y son seres humanos, plenamente vigentes. No me los mataron, están vivos para todos los chilenos, como la totalidad de los detenidos-desparecidos.”
La siguiente es la conversación que Ana González sostuvo con “El Siglo”, cuando arreciaba la evidencia de una confabulación de la DINA para tapar los crímenes del Mamo Contreras y crecía el clamor por pedir, no solo la renuncia de la parlamentaria de Renovación Nacional, Karla Rubilar, a la presidencia de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara, sino de exigir su desafuero:
Tras estos días, que han revivido los horrores de la dictadura, donde perdió a sus seres queridos, qué sentimientos le quedan.
Quedan sentimientos encontrados, ambivalentes. En primer lugar quiero destacar que en estos días he sentido que los míos han cobrado vida y no sólo los míos sino los miles de detenidos desaparecidos. Que mi pueblo, la gente en general, ya no solo han visto la cosa fría de las fotografías en el pecho o de la pancarta, han visto al hombre, al ser humano.
Yo creo que con esto ha quedado claro que mis familiares eran hombres y mujeres como ustedes, nacieron, tuvieron una madre, un hijo, estudiaron, trabajaron, amaron, se les veía pasar día y noche y por las calles, yo por esto he sentido esta alegría de que ellos viven, que ellos todos, están vivos.
Siempre en los familiares de los Detenidos Desaparecidos están las esperanzas de volver a ver a los suyos, a estar con ellos, con sus familiares.
Sí, y uno dice: no me los mataron. Ellos están vivos, es por eso que todo esto es tan doloroso, porque vuelven a arrebatarnos a los nuestros una y otra vez. Pero quiero decir que a ellos y a todos no los mataron, porque la ciudadanía está cerca de nosotros y los tienen a todos en su mente, en su corazón y hoy con todo esto sale a flote, el cariño y la preocupación de la gente.
Esta alegría dentro del dolor, es lo que a usted le ha permitido sobre llevar el dolor...
Exactamente, porque cuando detuvieron a los míos, cuando detuvieron a Manuel el 30 de abril de 1974, yo tenía que salir junto a Manuel, mi compañero y mi nieto, pero me atrasé, pero no pude salir, porque como abuela, estaba arreglando al niño para poder ir a mí trabajo. Yo trabajaba en el paradero 25 de Santa Rosa, en la empresa de agua potable y Manuel tuvo que salir primero, hoy pienso que fue mi nieto el que me salvó, entonces creo que fue algo así como un mensaje, ese día podría haber muerto. Hoy hay dolor, pero también hay un mensaje que dice que yo debo seguir la lucha.
Existe un Luis Emilio Recabarren que vive y que está en Suecia, que tal vez la diputada lo ha confundido y ha entregado mal la información…
Para el caso no importa. Sabe, a la una de la mañana cuando supimos la noticia, llamamos a mi nieto, él está en Suecia y le dijimos lo que pasaba y la primera reacción del niño fue. ¡Que alegría, mi papá, mi mamá están vivos! y eso duró sólo un segundo, porque después volvió la cruda realidad, porque ya se sabe que su padre, su madre, su tío, están desparecidos, y no sólo ocurre con él sino que ocurre con otro nieto que trabaja en Curicó, él es médico y llorando nos dijo: ¡Está vivo mí tío! Es decir, volvemos a tiempo atrás cuando mis nietos eran pequeños, de reencontrarse con los suyos. Pero era una siniestra maldad la que se tejía.
Ahora están claras las pruebas en contra de esta mentira, de esta trama que han tejido el mamo Contreras y la derecha.
Bueno, debo decir que fue Bárbara Cepeda quien junto con la Agrupación de Detenidos Desaparecidos, presentaron las pruebas del tejido que se estaba haciendo y denunciamos y dijimos quién estaba medido hasta el fondo y estaba y era Manuel Contreras y la derecha.
Cómo ve usted la solidaridad que ha tenido en estos días, cómo ha recibido el afecto del pueblo.
Si yo he llegado a la edad de 83 años es debido al afecto, al cariño de muchos de los míos, especialmente de mis vecinos, porque en esta trama de mentiras, al igual como lo aplicó Joseph Goebbels cuando dice: miente, miente que algo queda, también han querido envolver a mis vecinos, para que yo pensara y buscara la verdad de todo esto por lugares equivocados. Mis respetos para mis vecinos, pero yo quiero decir que no agarré papa, yo tenía claro por dónde debía ir para legar al hilo verdadero, al hilo para hallar a los culpables de este horror de horrores.
Pensó alguna vez que lo que a usted le pasó, a sus familiares, se iba a transformar en un caso emblemático, que iba a dar la vuelta al mundo.
Para contestar eso, le tendría que decir que uno de los dolores más grandes que he sentido y cuando el mundo se me vino encima fue cuando, no digo que se mato, digo que lo asesinaron, a mí Presidente Salvador Allende, desde ahí comenzó el dolor. Yo en mí ignorancia, en mi análisis, dije: nunca más voy a perdonar. Es así que cuando perdí a los míos dije: A mí, la dictadura, Pinochet y los asesinos, no me van a doblegar, a asustar, no sé si seria macanudes mía, a pesar de todo el miedo que tenía. Claro, no tenía idea de lo que me esperaba, pero para mí esto era fascismo puro, como lo es ahora este tejido de mentiras.
Usted ha vivido toda una vida en la comuna de San Miguel, hoy es San Joaquín, cuéntenos, cómo ha sido la relación con sus vecinos.
Bueno, todos han sido buenos, pero yo también he sido muy buena vecina, porque bajo el concepto de que esa es mí casa, pero también es la casa de ellos, de mis vecinos, de éste, del otro y yo siempre estará allí y por cualquier problema de aquel o del otro yo siempre estará allí.
Es la casa que compramos junto a mí marido que se ha ido pagando, sobre todo cuando él despareció. Esa casa estuvo dos veces de remate y dos veces la salvé. Bueno ahí están los vecinos, ahí están los amigos, callados, silenciosos, pero eso si, siempre en alerta.
Qué relación tuvo su familia con el maestro Luís Emilio Recabarren.
Bueno la relación con Luís Emilio Recabarren, el maestro, el salitrero, el del desierto, con él nos unen los grandes sueños que él tenía para su patria. Nos unen las distancias y los recuerdos, nos une una Patria. Es una historia de esperanzas, de sueños y esperanzas donde los mismos sueños míos y los sueños que tenían los míos se deben hacer realidad. Es por esos sueños, los de Luís Emilio Recabarren, el salitrero, por los sueños de los míos, que yo creo que seguirán matando, no perdonan los sueños, pero nosotros por esos sueños seguiremos luchando.
Por esa Patria, la de los Recabarren y la de tantos otros, fueron asesinados los suyos y miles de otras personas.
Por esa Patria, por todos los caídos, yo he resistido todo este tiempo. Y ahora como madre, quién podría conocerlos mejor que su madre, porque estos conchas de su madre, que los asesinaron, no los conocieron, no conocieron la grandeza que tenían y, si los hubieran conocido mínimamente, qué les importaba a estos, no tendría que haberles importado un coco.
Ahora, yo no sólo los conocía, los veía actuar en los trabajos voluntarios, marchando por la paz de Vietnam hacia Valparaíso, mi nieto era el líder de las barricadas contra la dictadura en la esquina de mí casa. Mí nieto con ocho años, cuando se hablaba de barricadas, él juntaba los palos para las barricadas en dictadura. Cuando venía la policía, todos los niños y jóvenes arrancaban para mí casa. Nosotros no queríamos más víctimas innecesarias, por eso protegíamos a todos.
Mí nieto, estoy hablando de mí nieto Rodrigo que mando una carta a la diputada Karla Rubilar. Pero sabe, quiero agregar a propósito de todo lo que ha sucedido y que yo como madre, como abuela que soy, quiero decirles a todos los que rasgan vestiduras por el amor a los que están por nacer, a todos los de la derecha que dicen respetar los Derechos Humanos cuando están en contra, por ejemplo, de la píldora del día después, yo tuve un nieto que no nació, un nieto que fue asesinado en el vientre de su madre, Nalvia.
A los que hacen loas a la vida, quiero decirles que a ellos les importa un coco la vida, porque entonces yo tengo cinco detenidos desaparecidos y sólo yo me baso en lo que ellos dicen. Todo lo que dicen vale para parar los abortos, pero no vale para una mujer que lucha por sus ideales y que está embarazada.
Quiero además decir que mi consuegra, la madre de Nalvia, que es una luchadora, ya que donde ella estuviera, decía los crímenes que estaba cometiendo la dictadura. Ella siempre contó su historia. Una madre de once hijos que quedaron repartidos por el mundo. Después de tener ella ese enjambre de familia se fue quedando sola.
¿Que le diría o pediría usted a Karla Rubilar o a otro parlamentario que cuestione que en Chile hubo violaciones a los Derechos Humanos?
Bueno, que tengan ética y moral. Que se revisen, yo no tengo necesidad de pedir por mí, porque por los porfiados hechos que pasaron y si cuestionan la verdad, ella o cualquier otro debe renunciar.
No se si estaré pecando de Sor Teresa de Calcuta, pero si se que a esta mujer, la Rubilar, la cubrieron de mierda y la han dejado sola. Lo siento por ella y su bebe, pero el odio a mí nunca me ha comido. Cada uno ve la realidad por sus parámetros, pero ella lo ha vivido bajos sus prismas.
Ella nació, creció y vivió en un ambiente donde siempre se inculcó el odio. Le habrán repetido miles de veces: no salgas a la calle niñita porque los comunistas te van a comer, entonces qué hacemos frente a eso, si ella estaba en otra familia y no estaba como nuestra familia, rodeada de otros valores.
Qué espera usted, a sus 83 años, para Chile.
Espero que se pueda recobrar el alma nacional. A todos los que han deshonrado mí Ejército, porque también es mío, los que deshonran los Tribunales de Justicia, en fin, a los mal nacidos, les quiero decir lo que dice mi pueblo y dijo Gladys Marín, cuando la represión le tiró agua, lo está diciendo el pueblo de Chile y les decimos a estos personajes, a estos mal nacidos: ¡Hasta cuándo huevean chuchas de su madre. Basta!
Ana González termina agradeciendo a los lectores de “El Siglo” su apoyo y solidaridad y, antes de retirarse, asesorada siempre por su hija patricia, que la asiste con especial ternura, nos dice: “Pido quince segundos de silencio, por mis familiares, por mi esposo Manuel Recabarren, por mi hijo Luis Emilio Recabarren, por mi nuera Nalvia Mena y la vida que llevaba en el vientre.”
Nos quedamos en silencio, quince segundos de bullicioso silencio, acompañados por todos los chilenos…
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