Chile: Les regalo mi voto perdido

No puede haber votos perdidos en una elección que ya está perdida, que no es real, que no existe, que no es más que un juego para ver a quién le toca el turno de ocupar determinadas oficinas
Mauricio Feller |



Mauricio Feller, poeta y periodista chileno

Parto esta nota  expresando mi respeto por el compañero Andrés Pascal, en toda su dimensión política y personal, así como por su trayectoria y aporte al desarrollo de la izquierda revolucionaria en Chile; pero esta vez paso.
  Ni siquiera estoy completamente seguro que “Pituto”  no tenga la razón en muchos sentidos. Simplemente, con los años, he ido perdiendo mucosa intestinal y ya no tengo estómago, ni paciencia, ni ganas, como para digerir un constructo tan sofisticado, tan complejo, tan elaborado.

Ya no tengo tiempo ni interés en hacer cosas que a simple vista son absolutamente contradictorias. En otras palabras, a mí nadie me va a convencer que para subir el Aconcagua primero es necesario excavar.
  No entiendo qué quiere decir exactamente Andrés con eso de "perder el voto". ¿Estará hablando de la probabilidad de ocurrencia de un evento en el nivel de la física clásica, algo como que el voto se caiga accidentalmente de la urna y vaya a dar a alguna desconocida dimensión cuántica o se  le quede en el taxi al tipo encargado de trasladar los papeles desde los locales de votación  a la sede del Servicio Electoral?.
  En estricto rigor, si voto por Arrate o por Troncoso o por Soto, todo indica que quedará registrado que a lo menos hubo una persona que marcó esa opción, lo cual constituye, desde ya, una señal. Si otras personas hacen lo mismo, esa señal será más intensa. O sea, el voto no se ha perdido.

Quizás el tema de fondo sea otro. Tengo la sensación de que Pascal piensa que votar por Arrate es una renuncia a lo que percibe como una cierta probabilidad de que Marco y sus amigos ganen la elección y accedan al "Poder", ese curioso símbolo de completitud fálica que si uno lo mira con atención, es absurdo, es infantil, es un chupete. Es más, si Marco obtuviera el 99 por ciento de los votos, tampoco pasaría absolutamente nada importante.
A estas alturas, me importa un comino "perder" mi voto. Es más, ojalá se pierda.
En ninguna parte, en ningún lugar, en ningún momento, el amo de ayer y de hoy va a permitir que algo o alguien que de verdad se disponga a realizar las transformaciones imprescindibles para que la vida no sea una pesadilla colectiva para la mayoría de las personas, acceda al poder real. Jamás se ha escuchado o se va a escuchar al amo decir: ah, usted ganó las elecciones, haga lo que tenga que hacer  para poner fin a esta locura. Eso no va a ocurrir. O por lo menos no va a ocurrir así.
Ellos han construido un paraíso a su medida. Jamás van a ceder en nada realmente importante, no van a entregar nada que no provenga de un recipiente de producto cosmético.
  No puede haber votos perdidos en una elección que ya está perdida, que no es real, que no existe, que no es más que un juego para ver a quién le toca el turno de ocupar determinadas oficinas, e incluso, quién va a ocupar el escritorio más cercano a la ventana dentro de cada oficina.

El amo no es de izquierda ni de derecha. El amo puede ser lo uno o lo otro,  o las dos cosas a la vez. El amo es lo que  necesite ser para seguir siendo amo.

  Les regalo mi voto perdido.