El sistema reprime, mata, asesina y se reconstruye.



-¡Todos los estudiantes al suelo! ¡Al primer movimiento sospechoso tiren a matar!
La despertada esa mañana fue violenta. Sentimos los pasos bajando las escalas a nuestra casa estudiantil. Tirados al suelo solo podíamos ver que eran uniformes verdes. Los pacos. Entraron pateando la puerta y seguramente tanto o más nerviosos que nosotros. No recuerdo la hora pero era temprano. A pesar de ser jóvenes de un poco más de 20 años teníamos ojeras y nos veíamos demacrados. Mala comida y falta de sueño. Habíamos estado toda la noche quemando documentos, fotos, negativos, diapositivas, afiches, banderas y todo lo que fuera referencia al gobierno popular de Allende y organizaciones a las cuales algunos pertenecíamos. Vivíamos juntos por necesidad y nuestro colectivo se había convertido en albergue para amigos y amigos de los amigos durante mucho tiempo. Esa noche la composición del grupo era más de lo normal. De acuerdo tácito habíamos dejado la casa para Pancho y la flaca. ¿El motivo? Estaban esperando su primera hija. La farzua le pusieron. Hay que ser bien farzua para llegar sin avisar, era la explicación para los que preguntaban por el nombre. Aparte de ellos estaba esa noche Dani, militante de izquierda y con un apellido que gritaba de que clase social venía. Su tío era almirante de la Marina, estacionado en Viña del Mar. También estaba el gringo, un pelirrojo alegre que pasaba por la vida buscando una razón por la cual comprometerse. El gringo había estado militando en organizaciones de izquierda pero también en grupos más difusos ideológicamente como Silo. Buena persona pero muy limitado políticamente. Y yo, estudiante de arquitectura en la universidad de Chile en Valparaíso. Pancho también. ¿Nuestros delitos? Haber apoyado al gobierno de la Unidad Popular y haber trabajado educando trabajadores, pobladores y jóvenes. Haber luchado por justicia social, por derechos básicos para el pueblo, por haber tratado de construir una sociedad justa.
-¿Porqé tienen tantos planos conchesumadres? ¿Estaban preparando atentados, sabotajes, ataques a guarniciones? Las explicaciones que eramos estudiantes de arquitectura no bastaban. Los pacos habían llegado a buscar extremistas y esas eran pruebas fehacientes.
-Revolución urbana, ¿Este libro lo usan para hacer revolución culiaos? ¿Porqué lo tienen? Ni quisieron escuchar la explicación que eran libros de urbanismo y no de atentados a la ciudad. Durante toda la experiencia postgolpe me ha tocado encontrarme con situaciones que demuestran que a pesar de la violencia del sistema hay siempre relámpagos de humanidad. Uno de esos se mostró en que no se llevaron a Pancho detenido. Los pacos tuvieron en consideración que la flaca estaba embarazada en el sexto mes. El resto de nosotros a las camionetas y a la comisaría.
- ¡Están asaltando la comisaría! ¡Si entran maten a todos estos huevones en las celdas! Gritos, tiros, corridas, tiros, más gritos, tiros, miedo, frío. El caos era total en la comisaría esa tarde. Nosotros temblando en la celda sin luz y con frío. Pensando que si abrían la celda…
Pasaron unos minutos interminables, inconmensurables, hasta que la misma voz grita: – Alto el fuego. No disparen, no disparen. No están atacando la comisaría.
A la mañana siguiente y en el bus amarillo de la universidad nos trasladan a la intendencia del puerto. Un oficial de la marina nos interroga para presionar nuestra autoconfesión como extremistas y violentistas. De vez en cuando saca su pistola y hace simulacro de ejecución, disparando. Seguramente se sentía poderoso y omnipotente.
La próxima parada es en el puerto y subida al buque Maipo. Nos meten en una bodega. Militares armados hasta los huesos vigilan todos nuestros pasos. Bajamos a una de las bodegas, todo oscuro, no vemos nada. De a poco nuestra visión se va acomodando a la oscuridad y vemos rostros y gente. Muchos rostros y mucha gente. No somos los únicos, solamente unos más en esta represión masiva. La bodega está llena de gente, de compañeros. Trabajadores, profesionales, estudiantes, solo hombres. Todo un pueblo masculino en la bodega.
Una voz con acento argentino se acerca para presentarse. Es un profesor de la universidad y nos cuenta que él ha estado en las dos bodegas del Maipo. Le cuento de mí, como estudiante de arquitectura y me dice que en la otra bodega había un muchacho de arquitectura también. Yactong Juantok. Lo habían sacado del Maipo esa misma tarde. Estaba en muy mal estado físico, me dice. Lo habían golpeado mucho. Hasta hoy, 2019, no se sabe del paradero de Yactong, arquitecto. Presidente del centro alumnos de la carrera de Arquitectura en la Universidad de Chile en Valparaíso, 1973. Uno de los miles de desaparecidos.
En la noche zarpa el Maipo. Para nosotros con destino desconocido. Dentro de un par de días sabríamos que el destino era el campo de concentración de Pisagua. Estábamos viviendo la destrucción de la democracia burguesa en Chile. La respuesta del sistema a un pueblo que estaba luchando por una vida mejor y más justa. El sistema reprime, mata, asesina y se reconstruye.

Ricardo