Manifiesto del Planeta Luchín
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Preámbulo
A costa de ser futuro, a demasiados niños se les niega cada día la posibilidad de ser presente, de hacer de la felicidad un acto diario, cotidiano.

Hemos decidido la construcción de un nuevo planeta, con nuevos valores, con aire más transparente y un cielo de mil colores. En el Planeta que estamos construyendo, las riquezas deben ser compartidas en justicia. La pobreza solo puede ser concebida como producto de la sociedad en que unos privan a otros de artefactos y virtudes.

Asumimos la construcción de otro Planeta como una obra colectiva, y eso demanda la colectivización voluntaria de nuestras vidas y de nuestros bienes. Se trata de un lugar donde la emoción pueda surgir libremente, un lugar dónde un día los niños puedan recuperar su magia, para que entonces se atrevan a pedirnos la luna, y nosotros seamos capaces de dársela.

Ese lugar se llama Planeta Luchín.



Uno.
Declaramos, que en la promoción y defensa de los derechos del niño y la niña, nada ni nadie está excluido, en el planeta que estamos construyendo, trascendemos las limitaciones políticas, culturales, económicas y religiosas.

Por lo tanto, nuestro compromiso no es sólo con los niños que carecen de lo más básico para sobrevivir, nuestras manos construyen también la sonrisa del niño y la niña rodeados de lujos vacíos, rodeados de una vida electrónica donde las muestras de afecto se miden por el precio que tiene un objeto.

Dos.
Cada día miles de niños y niñas se levantan temprano para arrancarle un día más a la vida. Desde las calles de los barrios pobres para negros y latinos en el imperio del norte, pasando por los niños indígenas de Chiapas, hasta estas tierras en el extremo sur de un continente con décadas de esperanza y miseria. Por todas partes, millones de niños y niñas envueltos en gruesas y toscas mantas de cartón, extienden sus manos para arrancarte una moneda que sirva de algo. Con ellos lo principal de nuestro compromiso.

Tres.
En el Planeta Luchín queda abolida toda forma de discriminación. Nuestra voz está con aquellos que sólo tienen silencio, nuestros ojos con aquellos que en medio de su oscuridad aportan la luz que necesita el mundo: estamos por todos aquellos niños y niñas distintos física y mentalmente, no creemos que existan “niños impedidos”.

Cuatro.
El Planeta Luchín surge desde el corazón de nuestra América, tierra que se construye con la sabia de todas las razas, tierra de indios repartidos por todas partes: sus hijos son también nuestros hijos. Nuestro canto está también con los pueblos originarios.

Cinco.
Sobre el planeta tierra, el precario equilibrio de la vida se da a partir de cuatro elementos: aire, tierra, fuego y agua. En el planeta Luchín, asumimos a la infancia como el quinto elemento, como expresión de lo imprescindible de su figura histórica. La combinación de esos elementos le da sentido y vida a nuestro planeta: aire, tierra, fuego, agua y niño-niña.

Seis.
Por los niños y niñas trabajadores, sin sueldo fijo ni sindicatos, por sus cuerpos gastados, reafirmamos nuestro rechazo a toda forma de explotación infantil. En el Planeta Luchín, los niños-ciudadanos tienen garantizado el derecho al juego, el ocio y la educación.

Siete.
El planeta Luchin surge como la expresión de un cúmulo de sueños amontonados por décadas, en él, ejercemos el derecho de autogobernarnos. Suprimimos: el miedo, la tristeza, el sufrimiento, el egoísmo, la angustia, la desesperanza, la apatía y el no-creer-que-se-puede-cambiar-el-mundo.

Ocho.
El Planeta Luchin define a los niños y niñas como ciudadanos con derecho a voz y voto. Planeta de pequeños seres nuevos, donde la tarea diaria consiste en respetar todos y cada uno de sus derechos.

Nueve.
Nosotros, habitantes-ciudadanos del Planeta Luchín, hemos decidido recuperar para siempre: nuestra capacidad de asombro, nuestra condición humana, nuestra capacidad para soñar más allá de todo lo posible. Hemos decidido recuperar y hacer nuestra propia historia, como expresión genuina y testimonio de lo soñado por los mejores hijos e hijas de nuestro pueblo.

Diez.
Que nuestras palabras queden grabadas en la tierra y el polen, que nuestro canto quede grabado en las rocas y el aire. Que sea nuestra palabra anuncio de alegría.


Santiago de Chile de América,
Agosto de 1998.