¿Una visita a Jurassic Park?


Cristián Joel Sánchez

En este extraño mundo heredado luego del concreto derrumbe del llamado sistema socialista de naciones –debacle ocasionada por la distorsión de una ideología que sigue plenamente vigente–, ocurren hechos aparentemente políticos, aparentemente diplomáticos, aparentemente racionales, pero que analizados con la lógica de los procesos sociopolíticos actuales, resultan inencajables, valga esta cuchufleta idiomática –inexplicables, si quiere usted conservar el respeto lingüístico– a menos que se les considere una bufonada, una payasada circense, o siendo más indulgente, un exabrupto pintoresco. Tal ha sido la visita de la mandataria chilena Michelle Bachelet a Cuba, que culminó el viernes 13 de febrero.

¿Qué fue a hacer la representante de uno de los gobiernos más sometidos al imperio del capital en América Latina a un país que durante 50 años, sobre todo en las últimas dos décadas, sostiene aún la bandera del socialismo irreductible? Maltrecho por un bloqueo salvaje, pero triunfador en los principios fundamentales de la defensa de las conquistas sociales, aquellas que en Chile barriera la dictadura, el socialismo cubano contrasta nítido con los 20 años de gobierno concertacionista en los que la brecha económica entre ricos y pobres se ha ensanchado incluso a niveles mayores que los exhibidos por el gobierno militar.

Veamos el por qué de la incongruencia de una visita absolutamente “fuera de foco” como decimos en Chile.

Las delegaciones, bastante más frecuentes en este último tiempo, que han llegado a la isla tienen, si se analizan sólo con un poco de rigor, un motivo y una trascendencia perfectamente explicable considerando el momento crucial que vive América Latina, y económicamente el mundo entero.

La última, antes de Bachelet, fue la de la presidenta Cristina Fernández, de Argentina, que sostiene, de manera más soterrada que espectacular, un duro enfrentamiento con la oligarquía de su país. Llegado el punto crítico de una economía que puede sufrir con rudeza los embates de la crisis que se avecina para el mundo, la situación argentina podría agudizarse en cualquier momento y encaminar a la nación trasandina a una definición más extrema, como puede serlo el que el justicialismo de avanzada opte por una radicalización al estilo bolivariano, lo que podría provocar también la reacción de una derecha oligárquica que no tendría escrúpulos en recurrir otra vez al fascismo militar si llegara ese momento.

Estrechar lazos con Cuba, con Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Paraguay tiene, en consecuencia, gran importancia para Cristina Fernández porque ello se enmarca en una estrategia de defensa del proceso independiente y popular que pretende llevar a cabo y que, como decíamos, puede exacerbarse en un futuro relativamente cercano.

Ni qué decir que La Habana reciba a los líderes de esta verdadera revolución que comienza a sacudir al continente, a Chávez, Correa, Evo, Ortega o Fernando Lugo, que requieren coordinar la defensa y la profundización de los procesos locales y en los que el aporte ideológico, moral y experimentado de la Cuba revolucionaria es fundamental. Pero... ¿Bachelet en Cuba?

Hemos titulado el artículo en forma de pregunta porque Cuba, que continúa siendo un ejemplo de consecuencia y honestidad revolucionaria, cualidad que se perdió en las anquilosadas democracias populares del este de Europa, provoca en muchas individualidades del mundo una curiosidad que podríamos calificar de morbosidad turística, de lesa atracción por conocer lo que ellos califican como una rareza de museo, un relicto del mundo socialista de hace dos décadas.

En este Jurassic Park es posible conocer incluso, si se llega investido de ciertos pergaminos, a los que estos visitantes consideran fósiles aún vivientes que ya no asustan, que se les puede ver de cerca, fotografiarse junto a ellos, y luego colgar el cuadro en algún salón de sus palacetes al lado de cabezas de jabalí o piezas de caza embalsamadas de grandes cuernos.

Pero he aquí que de pronto el “largo lagarto verde” como describiera Nicolás Guillén a Cuba, comienza otra vez a sacar “las uñas de mapa” —siguiendo el bello poema— y el principal ejemplar jurásico, al que se creía muerto y embalsamado, responde con sus aciertos históricos que demuestran la vigencia plena de su intelecto, denunciando la verdadera intencionalidad de estos cervantescos “curiosos impertinentes” a los que pone en el justo lugar que les corresponde en el muestrario del oportunismo mundial.

Nuestra inefable Michelle desembarcó en Cuba con las manos de la contribución a la gesta revolucionaria que comienza a recorrer el continente, absolutamente vacías. Es más: llegó rodeada de una cohorte promiscua en donde los únicos que tienen claro lo que van a hacer en tierras cubanas, son los empresarios representantes de la exitosa oligarquía nacional, favorecida por la sombra protectora de la Concertación, y que van a estudiar el “menú” que, confían, se pondrá a su disposición después de la inminente caída del socialismo, lo que según sus esperanzas deberá ocurrir a la muerte de Fidel.

El resto, incluida la señora presidenta, y con la tal vez honrosa excepción de Guillermo Teillier, presidente del Partido Comunista, carecen de la calidad moral que alguna vez tuvieron los partidos en los cuales militan. Los alegres turistas que la semana pasada pisaron la tierra del Ché, de Fidel y otros grandes representantes de la dignidad latinoamericana, estos socialistas, democristianos, pepedés, pertenecen a partidos que se han caracterizado por atacar, cada vez más y de manera desvergonzada, a la revolución cubana y a los procesos liberadores que se gestan en América Latina.

Forman ellos el contubernio anticastrista y antibolivariano en el que participa la Concertación que terminó vendida ya sin tapujos a los intereses de la oligarquía neoliberal, vilipendiando y execrando principalmente a la gran esperanza latinoamericana representada por la revolución bolivariana de Venezuela y del resto del continente, a sus líderes, a sus pueblos cuyos anhelos no son otros que los mismos que tuvo el pueblo chileno bajo las banderas de Salvador Allende.

La presencia en Cuba de la “socialista” Michelle Bachelet y su “troupe”, hubiera quedado en los anales de la diplomacia sólo como otra anécdota pintoresca de su gobierno, continuador del iniciado por Ricardo Lagos, el mismo que para el intento de derrocamiento del gobierno legítimo y democrático de Chávez hizo el papelón de ser el único que corrió a reconocer a los golpistas.

Pero he aquí que este supuesto fósil junto al cual la señora Bachelet quiso fotografiarse para no ser menos que su homónima trasandina, no sólo es un muerto que goza de buena salud, sino que conserva, como ya lo dijéramos, la genialidad de su mente privilegiada de animal político, saltando a la palestra con un artículo en el que le recuerda a los acólitos de Camilo Escalona –ese Escalona que en su juventud deliraba chorreando allendismo y castrismo por todos sus poros hoy taponeados por la grasa del acomodo– una sola y fundamental premisa olvidada por los ahora mofletudos jerarcas del oportunismo: que la lucha continúa, y continúa con las mismas banderas por las cuales entregara la vida el Presidente Allende.

En su artículo publicado la semana pasada, inmediatamente producido su encuentro con Bachelet, Fidel Castro, además de las protocolares y demasiado generosas descripciones de esta militante “socialista” y su séquito, puso los puntos exactamente donde estaban las “íes” respecto de las grandes injusticias cometidas por la despiadada oligarquía que ha expoliado a los pueblos latinoamericanos por dos siglos. Como si la ofensa hubiera sido para ellos —y quizás si a estas alturas ya lo es— los “herederos” de Allende corrieron a aunar sus voces con la derecha oligarca nacional y sus partidos, como ocurre cada vez con mayor frecuencia cuando los dirigentes de los nuevos procesos revolucionarios latinoamericanos les recuerdan su gran traición.

¿Qué fue lo que dijo Fidel que urticó la epidermis de estos amnésicos de la historia continental? He aquí el extracto que provocara el prurito:
“Esa oligarquía (la chilena) hace más de cien años le arrebató a Bolivia, en la guerra desatada en 1879, la costa marítima que le daba amplio acceso al Océano Pacífico.
"Bolivia sufrió una extraordinaria humillación histórica en aquella contienda. No solo le arrebataron la costa marítima y la salida al mar, sino que privaron a ese país, de origen auténticamente americano, sobre todo aimaras y quechuas, de extensos territorios muy ricos en cobre que constituían la mayor reserva del mundo, que habiendo sido explotadas durante 130 años, hoy su producción se eleva a 5, 364 millones de toneladas anuales y aporta a la economía chilena alrededor de 18 mil 452 millones de dólares anuales.”

Resulta de verdad increíble que aquellos que en los años setentas competían en el purismo del análisis científico de la historia de Chile y de América Latina, los que incorporaron el hacha desbrozadora en la simbología de su bandera, el hacha que cercenaría los tentáculos del “pulpo del imperialismo”, hoy resulten ofendidos porque un líder de la talla moral de Fidel Castro les recuerde el papel jugado por la oligarquía en el saqueo no sólo del territorio y las riquezas que alguna vez pertenecieron a Bolivia, sino que lo que es aún peor, en la posterior traición de estos predecesores de la UDI y Renovación Nacional cuando entregaron esas riquezas al capital inglés, tras derrocar al presidente Balmaceda que quiso dejar en manos chilenas la explotación de los minerales obtenidos como consecuencia de la guerra del Pacífico.

Recordarle a Gazmuri, otro ofendido como la señora Bachelet por las verdades señaladas por Fidel, que existe otra interpretación de la historia, escrita entre otros por Hernán Ramirez Necochea y Luis Vitale, una verdad despojada del chovinismo barato que los gobiernos de la oligarquía han inculcado por conveniencia a las generaciones de nuestro país, es sin duda inútil porque el escándalo de gallinero que han armado no se cimenta en la ignorancia, sino que en el oportunismo ganancial que les ha significado apegarse a la oligarquía empresarial, mucho más rentable que sacrificar la vida por los valores auténticos de los pueblos latinoamericanos, incluido el de Chile.

El problema de la mediterraneidad boliviana no se solucionará jamás en los marcos del poder oligárquico que se ejerza en uno o en todos los países involucrados. La historia tiene reservado un final justo a este asunto sólo para el momento en que en todos ellos coincidan gobiernos auténticamente latinoamericanistas y con una visión progresista de lo que debe ser el destino común de un continente hermanado por la raza y el anhelo de justicia social postergados por siglos de dominio oligárquico.

En la coyuntura actual, cuando en Bolivia por primera vez el poder político está en manos de un movimiento indigenista revolucionario encabezado por el presidente Evo Morales, resulta doblemente difícil que la oligarquía que gobierna en Chile por mano de la Concertación, y el gobierno reaccionario de Alan García en Perú, se allanen a buscar una solución al enclaustramiento continental de Bolivia ya que significaría llevar nuevos aires a los esfuerzos de Evo Morales por consolidar su revolución.

Los chilenos cada vez en mayor número, tenemos claro que solucionar el acceso marítimo de Bolivia es primordial, de ahí los gritos frecuentes en Chile de “¡mar para Bolivia!” que se escuchan en las manifestaciones de apoyo a la revolución que encabeza el indio magnífico. Esta actitud de la verdadera izquierda chilena se enmarca dentro de la solidaridad y la hermandad de los pueblos latinoamericanos, que son conceptos muy superiores al chovinismo orquestado por las oligarquías continentales.

Sabemos también que no se puede retrotraer la historia 130 años atrás y detenerla en su punto cero. No se trata por lo tanto de reconstruir un mapa que cambió como consecuencia de una coyuntura que, aunque aciaga e injusta como lo han sido siempre las guerras, pertenece a una realidad pretérita y superada. Lo que no se ha superado es la presencia y el daño crónico que las clases oligarcas, hoy atrincheradas en nuevas políticas económicas de rapiña y crueldad explotadora, ocasionan al progreso y desarrollo de las sociedades latinoamericanas. Es por eso que la solución al problema citado por Fidel y a muchos otros que asolan la región, se superarán sólo si todos los pueblos al sur de Rio Bravo se unen para derrotar definitivamente las sombras que han persistido cientos de años sobre nuestro continente.

Eso ocurre hoy en toda América donde los países van incorporándose paulatinamente a esta ola libertaria que trasciende con mucho las fronteras materiales de cada uno de ellos ...Salvo la del nuestro, al menos hasta que, trasladando el significado de las palabras del presidente mártir, “superemos este momento gris y amargo en que la traición pretende imponerse”.